Por Dionisio Rodríguez Mejías.
3.- Champán, mujeres y dinero.
Desde las seis y media de la tarde, el ascensor no dejó de subir y bajar ni un solo instante. La fiesta congregó a más de un centenar de personas y una decena de camareros, que con sus chaquetas blancas y sus llamativas pajaritas de raso, iban de un lado a otro, con bandejas repletas de copas de champán, que cogíamos de la bandeja y apurábamos al instante. Había también unas chicas muy guapas, con exagerados escotes y zapatos de tacón acharolados, que se mezclaban con los vendedores, vestidos aquel día con traje y corbata por obligación; como si asistieran a misa de doce, el día de la fiesta mayor. Unos y otros charlaban y reían muy animados, chocaban sus copas para brindar por los futuros éxitos de la empresa y, una vez vacías, volvían a dejarlas en la bandeja para seguir bebiendo.