Por Dionisio Rodríguez Mejías.
8.- El final de la historia.
Pero lo que de verdad no me esperaba es lo que ocurrió a continuación. Ante la puerta, con la boca y los ojos muy abiertos, estaba Roser, que, al verme rodeado de policías y con la camisa manchada de sangre, dudó por un momento; pero, al instante, me abrazó, ocultando su cara contra mi pecho, sin levantar la vista del suelo.