Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5.- En el juzgado.
Nos rodeó un considerable número de curiosos, nos separaron y, poco antes de que llegara la Guardia Urbana, todo se calmó. Pensaba que la cabeza me iba a estallar. Al ver que el de la moto no dejaba de sangrar, lo llevaron a un dispensario, y a mí me pidieron la documentación del coche y el carné de conducir. Abrí la guantera, saqué los papeles, cogí la chaqueta del asiento trasero y entregué al guardia la documentación. Después de comprobar que todo estaba en orden, me pidieron que les acompañara y que la Urbana se ocuparía de retirar el coche.