Por Fernando Sánchez Resa.
Espera y calma se aúnan, mientras el penitente va cargando el incensario. Sale ahora a costal, con el paso característico, la bella imagen de la Virgen de las Angustias (tan amada y admirada por mi padre), cuyo capataz, que al lado tengo, exclama:
—¡Vamos a paso normal; pararse ahí…!