Por Dionisio Rodríguez Mejías.
3.- Un discurso empalagoso y rebuscado.
A la media hora, ya me encontraba como en mi casa: bueno, mucho mejor, porque yo no pertenecía a aquella clase social y hasta entonces nunca me habían invitado a un acto tan rumboso. Me preguntaba si la razón de mi alegría se debía al ambiente de la fiesta o a las alegres burbujas del champán que empezaban a hacerme efecto; porque llevábamos allí casi una hora, había bebido varias copas y la cabeza empezaba a darme vueltas. Me acerqué a Roser y le dije muy cerca del oído.