Mercado

Por Mariano Valcárcel González.

Uno lee informes, contrainformes, escucha opiniones y debates sobre Grecia y su drama actual y cree que vive en un mundo aparte de ese país y que allí lo que les pasa fue ya inevitable y además es que se lo merecen por malos. Son los malos de esta película bien montada y de guión sólido que está destinada (la película) a adoctrinarnos sabiamente sobre lo que nunca debiera consentirse (que sí hacerse, según quienes lo hagan).

Una peli de buenos y malos, al estilo tradicional del viejo oeste, cuando nos reventábamos los talones los chicuelos sobre las maderas del gallinero del Ideal Cinema, en el paroxismo de la acción.

Para empezar a colocarme (en el buen sentido), me empapo de las características sociopolíticas y administrativas del país griego. Y no me sorprendo cuando se indica que es un país sin una configuración del sentido de Estado. Que las estructuras políticas se basaron desde siempre en el sistema clientelar, en las relaciones personales, en los votos condicionados siempre por el partido, gobierno de turno y su casta dominante; con ello y consecuentemente la hipertrofia funcionarial, muy poco eficaz, es cosa normal. Que la planificación económica siempre brilló por su ausencia y que la articulación de un sistema tributario y fiscal era en la práctica mínimo; y los grandes navieros y propietarios y la todo sacrosanta Iglesia Ortodoxa estaban ausentes de toda carga impositiva y deberes semejantes. Que las partidas para gasto militar siempre fueron exageradas, en una histérica y compulsiva secuela de guerras del diecinueve contra Turquía, que nunca olvidaron, alimentado ese gasto por las facilidades dadas desde los países que les vendían sus armamentos de muy buena gana. Que las cuentas públicas se tergiversaban un año tras otro y que los datos macroeconómicos que se debían tener en cuenta para pertenecer al club europeo eran ficticios; así que la entrada en el euro (según sus especiales condiciones) fue absolutamente un cuento sin cuentas y eso, yo no lo dudo, los demás países del área y sus organismos supervisores lo debían saber; pero, políticamente, convenía.

De estos datos infiero primeramente que los pecados que ahora se le achacan a los griegos los tenemos también en otros países del sur de Europa, para nuestra vergüenza si es que la hubiese; ¿podremos nosotros, los españoles, echarles en cara nada a ellos, si sus pecados son nuestros pecados y mucho peores?; ¿nos atreveremos a ponernos chulitos cuando practicamos sus vicios y podemos darles lecciones de cómo hacerlo?; ¿es que acá la corrupción (demostrada) no es rampante?; ¿es que no existe el nepotismo y el enchufismo, engordando así los gastos del erario público?; ¿es que la sacrosanta Iglesia Católica no se ha adueñado de fincas e inmuebles de los que no paga ni un euro?; ¿es que las cuentas no se tergiversan y escamotean? Y de los impuestos ni hablemos; que sí se pagan (quienes no tienen más remedio), pero se aplican muy selectivamente… España no es Grecia, se nos dice; y, en efecto es así, porque somos peores… Así que lo que a ellos les pasa nos podrá pasar a nosotros a no mucho tardar.

Infiero, asimismo, que lo que vemos un día sí y otro también, acerca de los desahucios, quiebras, subastas y demás lindezas de la mejora económica, a escala de afectados particulares y empresas, se ha practicado también, ya a escala mayor, con la nación griega. Y que, posiblemente, sirva de modelo para aplicar a escalas aún más grandes, sin reparar en sus efectos.

Veamos. El círculo vicioso, genéricamente hablando y como modelo experimental, en el caso de nuestros males más evidentes fue siempre el mismo: surge una ola expansiva que se retroalimenta exponencialmente y que nadie trata de contener ni controlar; muy al contrario, se anima a todos a subirse a la misma, sin demasiadas consideraciones sobre el estado de las cuentas o su viabilidad, la perspectiva futura (un mínimo acto prospectivo); los que se montan en ella, lo hacen también sin consideración ni prevención alguna, en el absurdo pensamiento de que todo va a ser Jauja y que no llegará nunca el final de tal ventura. No hay miedo, que aquí (como me dijo proféticamente aquél) todos vamos a ser propietarios y, por lo tanto, millonarios. Que lo evidente (y se decía, desde luego) era que esa enorme burbuja (y no solo inmobiliaria) estallaría por ese descontrolado crecimiento ‑no era cuento‑ y consecuencias tendría… Mas nadie, ni desde arriba ni desde abajo, quería asomarse a ese precipicio; al menos, no aclarar lo que desde su borde se veía. Tampoco se pretendía, en ese momento, cambio de modelo productivo, ni de modelo laboral, ni impositivo, ni nada de nada; que todo iba bien y, por lo tanto, no merecía la pena preocuparse (¡ah, esa falsa risilla bajo el bigote!). Como no era círculo virtuoso, le tocó pagar sus pecados.

Llegado el mal, derrumbado todo, el que menos tenía (aunque se lo creyó) perdió todo; el mismo sistema, que antes se lo dio todo, ahora se lo quitaba todo diciéndole al desgraciado que había vivido por encima de sus posibilidades. Y en ello estamos.

Con Grecia, el modelo ha sido igual y ha seguido las mismas pautas y, por lo tanto, a ellos, como país, se les exige de la misma forma que a cualquier individuo. Es lo mismo. Se les dio y ahora se les pide; y no importa el por qué se les dio, en qué condiciones, y bajo qué circunstancias. Tampoco importa que quienes se lo dieron los incitasen a pedir más, a gastar más, a endeudarse más. Ahora es la hora de pagar y no hay excusas. Están algunos exigiendo el desahucio de un país completo, como si de un triste piso se tratase. Si hay que llegar al lanzamiento, se llega. Y si hay que llegar a alejarlos como parias de nuestros bien considerados países, pues se les aleja. Que primero está el cobrar y luego otros considerandos (que, sin embargo, pueden ser los más importantes).

¡Qué bien funciona el mercado!

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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