Por Fernando Sánchez Resa.
Cuando llegó la noche del primer día en el batallón, un cabo nos llevó a las oficinas de la plaza y nos presentó al comandante que, tras advertencias y reflexiones, nos dejó en manos de un sargento para que tomase nuestra filiación en un libro. Cada cual fue diciendo su nombre y profesión. Al llegar mi turno, no lo dudé; dije que era sacerdote y él consignó, sin inmutarse: LICENCIADO EN TEOLOGÍA. Tras unos meses, este dato me sería de mucha utilidad…
Volvimos al cuartel y nos acostamos en nuestro sucio cuarto (sin ventanas ni puertas), pues estábamos cansados de la mala noche pasada y del trabajo realizado durante el día. Pronto llegaron las siete de la mañana y reemprendimos la monotonía acostumbrada: tomar el café mañanero, pasar lista, formar frente al cuartel y marchar para hacer los mismos trabajos, las mismas visitas de la aviación y los mismos sustos.
Los dos meses y medio que estuvimos en el batallón de Martos, la vida y el trabajo en el campo fue siempre casi igual. Únicamente hubo pequeñas variantes: muchos días no nos dieron desayuno; y otros tantos, solamente una cucharada de aceite crudo (teniendo que trabajar a pico y pala hasta el mediodía…); algunos días, nos poníamos calados hasta los huesos (por culpa de la lluvia, al ir y/o volver). Y no se podía protestar pues, según el teniente Adrián (que era quien mandaba la compañía), la vida de un hombre valía menos que un cigarrillo… Una vez que quiso la compañía protestar, se nos amenazó con ponernos en fila y fusilarnos con una ametralladora…
Era mejor no perder tiempo ni paciencia sobrellevándolo todo, incluso con buen humor, pues las energías se necesitaban para aguantar aquella vida de males y fatigas. Y encima, como la mayoría de los soldados eran rojos, no se podía confiar en nadie, pues lo mismo te delataban, te metían en la cárcel o te fusilaban… A mí me sonrió la suerte, pues tuve dos buenos amigos: uno, que salió de la cárcel conmigo; y otro, que lo conocí en el batallón. Éste estaba fichado como “fascista”, lo que no impedía que muchas noches celebrásemos los triunfos del ejército nacional tomando unas copitas de buen vino en casa de su cuñado…
Torre del Mar, 28 de abril de 2015.