“El rayo que no cesa”

Por Juan Antonio Fernández Arévalo.

Permítanme que con este título una a dos de los más grandes poetas contemporáneos, que nos arrebataron cuando estaban en condiciones de ofrecernos lo mejor de su obra. Me refiero, claro está, a Miguel Hernández, autor de “El rayo que no cesa”, que ‑después de recorrer varias cárceles‑ murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante. Fue una muerte lenta e inhumana que en poco se distingue de un verdadero asesinato. El otro poeta fue Federico García Lorca. “Pasado por las armas”, según la declaración oficial, por orden de las autoridades franquistas en los primeros momentos de la rebelión militar que llevó a la Guerra Civil.

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