Por Dionisio Rodríguez Mejías.
2.- Adiós, delegado. ¡Que te diviertas!
A punto estaba de tirar la toalla, cuando Oriol Escudé ‑director de la Escuela‑ y una joven profesora, Ana Llorens, al verme en aquel estado acudieron en mi ayuda, creo que por lástima. Me hubiera gustado encontrar las palabras apropiadas para darles las gracias; me hubiera gustado decirles algo inolvidable; pero, como siempre me ocurre en ocasiones parecidas, me quedé mudo. Escudé y Ana parecían seres de otro planeta: iban de aquí para allá sin preocuparse del frío, golpeando el suelo con las botas, organizando a los muchachos, animándolos con voces y sacudiéndose la nieve de los anoraks, equipo y contagiando a todo el mundo con su entusiasmo y vitalidad. En pocos minutos, colocaron en el tren sacos, mochilas, palos y esquíes, e instalaron a los chicos por edades: los pequeños en el primer vagón, y los mayores en el segundo y el tercero.