Por Fernando Sánchez Resa.
Y, tras los Reyes Magos, llegó la prometida presentación de la última novela del escritor y académico ubetense, Antonio Muñoz Molina: Como la sombra que se va, que el pasado mes de junio se comprometió a hacer en este marco incomparable de la recuperada iglesia de su amado barrio de San Lorenzo…
La expectación era máxima. Las puertas de este rescatado lugar se abrirían a las 18:30, pues el acto daría comienzo a las 19 horas, según anunciaban los carteles colocados en los sitios más estratégicos de la localidad. Y así se produjo… La organización, previendo máxima afluencia, como así fue, preparó un segundo local: el salón de actos de la Casa de las Torres, por deferencia de Diez TV, para que nadie se quedase sin el esperado espectáculo…
Yo llegué pasadas las seis de la tarde y ya había una cola impresionante. Me dije a mí mismo, y a los conocidos que vi: «Si aquello era la presentación de un libro o más bien un espectáculo musical o circense que nos habían preparado los amigos de la Fundación Huerta de San Antonio», pues la cola ya iba camino de la Cava…
Fuimos entrando lenta y ordenadamente, pues la organización era impecable, pudiendo comprobar de primera mano las catas que mostraban sus huellas abiertamente en el antiguo recinto sagrado… Las fotos, las charlas desenfadas y el frío intenso se dieron la mano, cual si jugasen al corro de la patata…
Una vez instalados (unos, en la iglesia de San Lorenzo; otros, en la Casa de las Torres), dio comienzo el acto. Ya antes, Antonio Muñoz Molina adelantaba trabajo firmando ejemplares de sus libros a todos los ubetenses o foráneos que se habían acercado a su despacho particular por ese día: la sacristía, que ahora ejercía funciones culturales, que no religiosas…
Subieron al estrado, cual altar mayor laico, los tres personajes principales de este evento: el presidente de la Fundación Huerta de San Antonio, Nicolás Berlanga; el escritor, Antonio Muñoz Molina, y el entrevistador ubetense, Lucas Martín.
Tomó primeramente la palabra Nicolás Berlanga, para agradecer al escritor la promesa pública que nos hizo en junio pasado de venir a este recinto a presentar su nueva novela, dando las gracias también a todos los asistentes a este acto que, por deferencia de Diez TV, podrían ver también desde la Casa de las Torres, así como a los colaboradores de esta asociación por dar vida a este recinto cultural, recuperándolo paulatinamente. Explicó las tres grandes catas arqueológicas que se están haciendo: una, en la sacristía; la segunda, en el basamento del torreón o antesacristía; y la tercera, al final de la nave y en el jardín de atrás; que cual laberinto egipcio nos depararán muchas sorpresas; por lo que piensan volver a reabrir San Lorenzo con el lema “Abierto por arqueología”, con lo que se incrementarán las 6 000 personas que ya la han visitado…
Después, presentó a Lucas Martín, poeta y periodista ubetense que sería el encargado de entrevistar al autor de la novela que se presentaba, y a Kagni Alem, afamado escritor togolés, premio Coca-Cola Jazz, que se encontraba en la primera fila de la sala, para intervenir después, como lector privilegiado de la novela El invierno en Lisboa.
Nicolás terminó haciendo un canto poético a la fundación que preside, pues ha abierto sus ventanas, sin fronteras y sin serpentinas, para que todos podamos compartir San Lorenzo; recordando las muchas actividades llevadas a cabo en el año pasado y preparando nuevas actividades sugeridas y sugerentes para el 2015, contando siempre con la hermandad del barrio para instalar servicios básicos y llevar a cabo actividades de todo tipo, con el fin de ablandar el frío que hoy padecemos pues «mejor hubiese sido venir preparados con una lata con ascuas como se hacía antaño…». Y así, receptivos a las iniciativas de todos, «se van añadiendo vagones de tercera, de cuarta o de alta velocidad, como la aportación del escritor paisano que nos visita hoy…». Remató su parlamento con «Muchas gracias, Antonio» y los aplausos del respetable público afloraron cual maná agradecido…
Luego, comenzó el diálogo entre Luis y Antonio, que tuvo embobado al público asistente, a pesar del intenso frío que atenazaba a todos… Todas la preguntas, afirmaciones o sugerencias que el periodista propuso a nuestro escritor universal sirvieron de excusa para hablar de muchas cosas: de la literatura y la creación literaria; de Úbeda; de los tiempos antiguos en los que este barrio estaba pletórico de gente, pues entonces el coche no se había adueñado de la calle y los niños jugaban a sus anchas, ni la televisión había llegado para desestabilizar familias y vecinos que desde entonces prefieren quedarse en sus casas viéndola, en lugar de salir a la calle a hablar y tomar el fresco; de esos veranos intensos en los que este barrio era un pulular continuo hacia (o desde) el cine de la Cava…
Muñoz Molina dio claves de cómo elabora sus novelas, aunque ha ido evolucionando con el tiempo, pero siempre se ha basado en un riguroso trabajo de investigación que ha acompañado a la novela en cuestión, tamizado por su proverbial imaginación y memoria, haciendo unas veces síntesis de ambas mientras que en otras, por la crudeza, fidelidad o sencillez de sus historias, no ha tenido que agregarles nada o casi nada…
Antonio también aprovechó para criticar todo lo que se ha destruido en lo que se refiere a la arquitectura popular y costumbres en estos años de democracia en nuestra ciudad, además de lo que ya se hizo en la dictadura franquista; y, con valentía, vino a decirnos que los culpables no solamente han sido los que ahora llamamos “casta política”, sino que ha sido también la propia ciudadanía, a la que nos ha faltado coraje y civismo para haber parado esta destrucción, en algunos casos irreversible, sin la excusa de que también se haya hecho en el resto de nuestra geografía nacional; y que las futuras generaciones nos lo demandarán. Criticó, una vez más, esas construcciones tan anodinas y nefastas como la que se ha construido sobre la ronda que lleva su nombre y cómo yendo con su hija para mostrarle las huellas de su infancia, en el entorno de la Fuente de las Risas, fue testigo de esa infamia aniquiladora, pues unos por otros hemos creído que destruyendo estos vestigios, que creíamos antiguos, iba a venir más turismo cuando teníamos una cosa original y la hemos cambiado por construcciones repetibles y repetidas por todo el orbe planetario…
Aunque no quiso ser totalmente pesimista y melancólico y se congratuló con esta iniciativa ciudadana de recuperar la iglesia y el barrio… También criticó que una ciudad como Úbeda tenga banderolas anunciadoras de McDonald en sus calles principales y reiteró hacer más actos cívicos y culturales, como el que estábamos celebrando, donde no hay políticos de turno que se cuelguen medallas…
Habló de algunas de sus novelas: Plenilunio, Sefarad… dando detalles íntimos en la forma de crearlas, pues, como la realidad total es inabarcable, es mejor, según él, coger pequeñas realidades y, cual maquetas, irlas poniendo a su gusto y manera, siendo su propio constructor y su propio ministro de obras públicas: como la instalación imaginaria de una estación de tren en Úbeda para que pudiesen llegar y salir muchos de sus personajes principales…
Cada vez, afirmó, le gusta más investigar sobre lo que escribe, y que con internet hoy es más fácil hacerlo. Expresó el detalle íntimo de la alegría que le produce estar todo el día trabajando sobre su obra, como cuando acabó la jornada de trabajo estando en Lisboa con su mujer, y cenó su lata de atún con cerveza y se acostó tan pancho, con el sano placer de hacer lo que le gusta y satisface… Reafirmó su regusto por recrear ambientes o inventarse escenarios que es, al fin y al cabo, lo que hace cualquier escritor (o lector) cuando crea (o lee) sobre lugares que no conoce, pero que recrea en su imaginación…
Habló de personas corrientes y molientes de la vida cotidiana, como lo fueron El Lazarrillo de Tormes o los principales personajes del Quijote, que son, al igual que los asesinos, gente normal con cara de buenas personas, pues nadie está libre de cometer cualquier locura en un momento determinado…
Antes de acabar la entrevista, Nicolás presentó al escritor togolés, Kagni Alem, que nos habló en un nasal francés, pues el español lo desconocía, aunque prometió aprenderlo para la próxima vez que volviese; mientras, Antonio Muñoz Molina le apuntaba que mejor aprendiese el ubedí, riéndole el público la gracia…
Kagni Alem, leyendo sus impresiones en un melifluo francés mientras Nicolás las traducía al español, nos enteraron de su descubrimiento de El invierno en Lisboa pues, al ser estudiante, en Francia, de literatura española fue buscando al personaje don Juan Tenorio, de Tirso de Molina, y tomó a Antonio Muñoz Molina por equivocación, pero teniendo la suerte de descubrir «a un escritor humanista de los tiempos modernos, que tanto le ha aportado como escritor y persona por su amor al jazz y a la recreación (o creación) de ciudades que desconocía, inventando ciudades como Italo Calvino…»; a la vez que iba preguntándose detalles de esta novela que el propio Muñoz Molina le aclaró fácilmente…
Y, tras proseguir el diálogo presentador‑escritor, Antonio Muñoz Molina terminó leyendo parte del capítulo 10 de la novela Como la sombra que se va (que muchos de los presentes llevaban bajo el brazo o en bolsas; juntamente con otros libros de su paisano, para que se los dedicase), delatando, con su propia voz, la triste y difícil vida que llevó James Early Ray, el asesino de Martin Luther King, hasta llegar a hacer lo que hizo, como aval histórico, de que aun siendo una novela, por sus surcos camina la historia y la documentación más fidedigna y minuciosa de este autor de primerísima línea internacional que, con cada nueva creación literaria, asegura un auténtico y clamoroso éxito editorial.
Durante todo el tiempo hubo una exaltada atención del entusiástico público a lo que se contaba en el escenario, mezclada con el húmedo frío que en abundancia espolvorea toda la sala, entreverándose aplausos y risas improvisadas por lo gracioso o anecdótico que salpicó el diálogo.
Y, tras la larga lectura, se aplaudió clamorosamente mientras que el público, puesto en apretada y luenga fila, ansiaba ver plasmadas, firma y dedicatoria, en los libros que todos llevaban; porque después, Muñoz Molina, pasó a la sacristía tenuemente calefactada, para ir confesando impresiones y emociones vividas en ese memorable día a los muchos forofos que esperaban pacientemente (pues la fila avanzaba lentamente; teniendo que atravesar primero, cual Indiana Jones, la cata que le separaba de su destino en la sacristía) para que su ilustre paisano estampase la preciada dedicatoria que se guardará, como oro en paño, al igual que la fotografía conjunta con el afamado escritor, que ya en vida está palpando el clamoroso éxito que le acompaña cada vez que vuelve a su pueblo, cual la fuerza del huracanado viento…
Úbeda, 7 de enero de 2015.