Por Mariano Valcárcel González.
Los buenos deseos y los auspicios para el futuro año dos mil quince se multiplican estos días. Todo el mundo los emite con más o menos amplitud y a más o menos individuos, familias, compañeros y sujetos variados, incluso a áreas geográficas enteras, países, sociedades, empresas…
Jugamos en el imposible deseo de ser profetas, de ser certeros adivinos de lo por venir, de lo futuro. Jugamos con más o menos sinceridad a crear una realidad partiendo de meros deseos. Pensamos así conjurar el prodigio para que se nos muestre y se nos realice. Por las buenas.