Odiseas telefónicas

Lo que voy a contarles no es nada novedoso (ni es la primera vez que me haya ocurrido; ni será la última…); y cualquier persona que lo lea se verá más que identificada, pues seguro que habrá vivido esta situación más de una vez.

Habiendo comprobado que la última factura de luz no concordaba con lo hablado con la operadora en días anteriores, quien me había asegurado que todo seguiría igual, a raíz de haber cambiado la domiciliación bancaria a otro banco, marco el número que por bemoles me obligan, (que no es el normal, incluido en el bono fusión al que estoy apuntado; ni el gratuito, sino otro de pago extra) y lo primero que te dicen es que se va a grabar la conversación telefónica, por si acaso; y, además, te dan de rondón una información más que subliminal, claramente tendente a hacerse su propia propaganda descaradamente, para que, cuando haya terminado, te pidan que marques el número correspondiente (1, 2, 3…), según el asunto que quieras informarte o preguntar.

Decididamente pulso el 2, lo tengo claro, y vuelve la musiquilla enlatada a funcionar (¡hoy toca roquera; otras veces, al menos, es clásica…!) y la nueva información que tú no quieres ni deseas  escuchar (que te la meten por los oídos, contra tu voluntad), volviendo a decirte que pulses otra vez 1, 2, 3…, de un nuevo catálogo de preguntas o resoluciones, hasta que te vuelven a enchufar la música enlatada; y, de tanto en tanto, tienen grabado un mensaje con la meliflua y susurrante voz de una comercial que dice «gracias por llamar a “X”; nuestras líneas están ocupadas; en breves momentos se pondrá un comercial para atenderle…»; así me tienen durante cinco minutos, que es lo que he aguantado la broma, y ya harto, pues no se pone nadie, he colgado diciendo improperios mentales, a diestro y siniestro, tanto a la compañía como a la autoridad que permite todo esto… «Me va a costar más arreglar el descosido que comprar la prenda nueva», pienso. Luego, una vez pasado el cabreo, en días siguientes, he llamado varias veces (repitiéndoseme toda la parafernalia musical y propagandística) hasta que, por fin, he podido hablar del asunto con la persona adecuada para sacar la conclusión que ya me esperaba: que son otros los que tienen la culpa del aumento de tarifa y no la propia compañía…

Sé que cualquier humorista tiene campo abonado para hacer más de un chiste o sketch humorístico, pues se lo ponen “a huevo”; pero da mucha rabia y te pone los nervios de punta, el que se rían de esa manera de uno, con el beneplácito de las autoridades pertinentes…

Y eso por no hablar de otras compañías de telefonía (o de otro tipo), cuando te llaman a horas intempestivas (hora de comer, siesta…) para ofrecerte sus ofertas, aunque les hayas dicho mil veces que no te interesan. Es el llamado “acoso telefónico” al que estamos expuestos diariamente en nuestra democrática sociedad (curiosamente en tu propio hogar) y que parece tener difícil o imposible remedio por parte de las autoridades pertinentes; a no ser que sea uno el que lo corte drásticamente, como suele hacerlo cualquier ciudadano de a pie…

También podría relatar las odiseas telefónicas vividas por el corte injustificado del agua, en mi domicilio veraniego, por una confusión de la propia compañía de aguas, ¡teniendo que estar todo un año detrás del tema!, con cartas, visitas a sus oficinas y llamadas telefónicas incluidas, para demostrarle su error y que me lo arreglasen. Al final lo conseguí, dándome la razón, incluso habiéndolo denunciado a la OMIC; mas con una simple carta de disculpa se justificaron, sin dar ninguna indemnización ni que nadie fuese capaz de dar la cara, a excepción de la pobre empleada de la ventanilla que tuvo que afrontar el marrón, sin tampoco ella haberlo provocado…

¡Qué pena que nuestro genial Gila no esté disponible para hacer nuevos chistes o sketchs de estas odiseas telefónicas a las que nos tenemos que enfrentar el común de los mortales españoles!

Úbeda 24 de julio de 2014.

 

fsresa@gmail.com

Deja una respuesta