Asuntos de óperas, 02

DON GIOVANNI, de Mozart

Acto I

Entrada del palacio del Comendador, en la ciudad de Sevilla.

Cuadro primero

Leporello, criado de don Giovanni, se pasea intranquilo reflexionando sobre su atribulada vida al lado de su señor: Notte e giorno faticar. Sus pensamientos son interrumpidos de repente: cree escuchar que alguien se cerca y, prefiriendo no ser descubierto, se oculta en la sombra.

Del interior de la casa sale, corriendo y ocultándose la cara, don Giovanni. Detrás sale doña Ana, la hija del Comendador, quien desesperada intenta averiguar la identidad de su seductor. Don Giovanni está casi a punto de huir cuando el Comendador le cierra el paso y le reta a batirse o a perder su honor de caballero. Don Giovanni intenta convencer al viejo Comendador de que abandone su actitud desafiante y le deje huir, pero éste sólo piensa en vengar el honor de su hija.

Doña Ana, viendo que las posibilidades de su padre son mínimas, busca ayuda. El resultado del desigual duelo es la muerte del Comendador: Ah, soccorso! Son tradito! Leporello sale de su escondite y recrimina a don Giovanni su acción, pero éste le ordena callar de inmediato. Ambos oyen que se acerca gente y deciden abandonar el lugar rápidamente. Doña Ana regresa con don Ottavio y algunos criados. Horrorizada, descubre el cadáver y cae desmayada. Don Ottavio socorre a doña Ana, que poco a poco se va recuperando, y ordena a los criados que se lleven el cuerpo del viejo Comendador al interior del palacio. Doña Ana exige a don Ottavio que jure vengar la muerte de su padre, a lo cual éste accede: Fuggi, crudele, fuggi!

Cuadro segundo

Leporello recrimina a su amo el tipo de vida que lleva, pero éste no le hace caso y le expone sus próximos planes: una nueva conquista amorosa. Mientras tanto, entra en escena una dama vestida con ropas de viaje: Ah, chi mi dice mai. Los dos hombres deciden esconderse y vigilar sus movimientos. La dama se lamenta y anuncia que está buscando el impío amante que la abandonó. Don Giovanni, que no ha podido ver aún el rostro de la recién llegada, imaginando una nueva conquista, sale a su encuentro. La dama levanta su velo y él la reconoce con pasmo: se trata de doña Elvira, una de sus antiguas conquistas. Ésta le recrimina su conducta ante el alborozo burlón del criado.

Don Giovanni, que no contaba con este contratiempo, consigue escapar de doña Elvira, mientras Leporello se encarga de “entretener” a la dama explicándole qué hombre es don Giovanni; para ello, expone detalladamente el número y tipo de conquistas amorosas de su señor, que él anota puntualmente en un libro: Madamina, il catalogo è questo. Al acabar su relato, huye también rápidamente del lugar y doña Elvira decide vengar su amor traicionado.

Cuadro tercero

Cambia ahora la escena y aparece un grupo de campesinos. Entre ellos hay una pareja, Zerlina y Masetto, que están celebrando su próximo matrimonio: Che piacer, che piacer che sará! Don Giovanni y Leporello entran e indican a los campesinos que prosigan con su celebración. Don Giovanni, que ya se ha fijado en la joven y bella Zerlina, invita a todos a otra fiesta y da instrucciones a su criado Leporello para que lleve a su palacio a todos los campesinos, incluido Masetto: Ho capito, signor sì.

Leporello, comprendiendo las intenciones de su amo, cumple sus órdenes. Una vez solos don Giovanni y Zerlina, comienza a seducirla: Là ci darem la mano. A punto de conseguir su objetivo, aparece doña Elvira que, llena de cólera, advierte a la joven campesina de la clase de hombre que es don Giovanni: Ah, fuggi il traditor! Doña Elvira consigue rescatar a Zerlina y ésta se aleja del lugar sin entender lo que sucede. Acto seguido entran doña Ana y don Ottavio. Don Giovanni, temiendo haber sido reconocido, se tranquiliza al comprobar que los recién llegados no sospechan nada. Regresa doña Elvira, lanzando graves acusaciones e insultos sobre la persona de don Giovanni, aconsejando a doña Ana que no se fíe de él: Non ti fidar, o misera. La tensión va aumentando y doña Ana y don Ottavio no saben qué partido tomar. Don Giovanni opta por hacerles creer que doña Elvira está ida. Finalmente, ésta abandona el lugar y don Giovanni, con el pretexto de intentar consolarla y evitar que haga una locura, sale tras ella.

Doña Ana, muy agitada, confiesa a don Ottavio que acaba de reconocer en la voz de don Giovanni al villano que la sedujo en sus aposentos: Don Ottavio, son morta! A petición de don Ottavio, le cuenta todo lo que sucedió aquella noche y pide de nuevo a su fiel amante que vengue su honor y la muerte de su padre: Era già alquanto avanzata la notte. Ottavio reconoce que debe ayudarla: Dalla sua pace, la mia érfido.

Entra Leporello y, poco después, don Giovanni. Éste le pide que le cuente lo que sucedió con Masetto. Leporello explica que todo marchaba bien hasta que aparecieron doña Elvira y Zerlina. Don Giovanni ordena a Leporello que prepare una gran fiesta: Finch’ han dal vino.

Cuadro cuarto

Zerlina y Masetto discuten. Él cree que ella le ha sido infiel, pero Zerlina le jura que no es cierto: Batti, batti, o bel Masseto. Masetto duda y decide esconderse para ver lo que hacen don Giovanni y Zerlina: Presto, presto, pria ch’ei venga. El primero, viendo que la joven está sola, reanuda el asedio: Zerlinetta, mia garbata; pero, dándose cuenta de que Masetto los está observando, le confiesa que Zerlina no puede estar sin su Masetto. Acto seguido, invita a la joven pareja al baile que se ha organizado y los tres juntos entran en el palacio de don Giovanni. Doña Ana, doña Elvira y don Ottavio, disfrazados con máscaras, se dirigen al baile que organiza don Giovanni, con la intención de poner al descubierto sus fechorías: Bisogna aver coraggio. Leporello observa a los tres enmascarados desde una ventana del palacio y don Giovanni le ordena que les invite.

Cuadro quinto

La fiesta es muy animada y todos los presentes se divierten: Riposate, vezzose ragazze, excepto Masetto. Entran los tres enmascarados y don Giovanni, después de rendirles honores: Venite pur avanti, ordena que se reanude la fiesta. Los tres enmascarados bailan juntos un minueto. Don Giovanni baila con Zerlina y Leporello intenta distraer la atención de Masetto obligándole a bailar con él.

Aprovechando el jolgorio que Leporello ha sabido organizar, don Giovanni, simulando pases de baile, obliga a su pareja a salir del salón. Inmediatamente se escuchan gritos de auxilio por parte de Zerlina. La fiesta se interrumpe y don Giovanni, con la espada desenvainada, trae consigo a Leporello intentando hacer creer, sin éxito, que es el criado quien ha molestado a Zerlina: Ecco il birbo che t’ha ofessa! Doña Ana y doña Elvira se quitan sus máscaras. Don Ottavio, pistola en mano, también. Todos acusan a don Giovanni. Éste consigue escapar.

ACTO II

Una calle, ante la casa de doña Elvira.

Cuadro primero

Leporello no está de acuerdo con la forma de actuar de don Giovanni y está decidido a abandonarlo: Eh via, buffone, non mi seccar! Don Giovanni, que conoce muy bien los puntos débiles de su criado, le ofrece unas cuantas monedas más y Leporello cambia de idea de inmediato. Leporello suplica a don Giovanni que cambie de vida y olvide a las mujeres, a lo cual éste responde que eso es imposible. A continuación, le explica sus planes para nuevas conquistas. La siguiente es seducir a la doncella de doña Elvira, para lo cual necesita su colaboración. Deben intercambiar sus ropas, dado que teme que la doncella desconfíe de las ricas vestimentas de un caballero. Leporello obedece a regañadientes. Doña Elvira se asoma al balcón de su casa: Ah taci, ingiusto core! Don Giovanni decide aprovechar la ocasión y, escondiéndose detrás de su criado, se dirige hacia ella, pidiéndole perdón, pues confiesa estar arrepentido: Elvira, idol mio! Mientras tanto, Leporello subraya con sus ademanes las palabras que su señor pronuncia escondido. Doña Elvira cae en la trampa y decide bajar; ya en la calle, Leporello, escondiendo su rostro y disimulando su voz, empieza a cortejarla. Don Giovanni se impacienta y, fingiéndose un malhechor, ahuyenta a la pareja. Una vez libre de intrusos, don Giovanni inicia su serenata para la doncella de doña Elvira: Deh vieni alla finestra, o mio tesoro; pero apenas la ha finalizado, unas voces que se acercan le obligan a esconderse de nuevo. Entra en escena Masetto, capitaneando un grupo de campesinos armados que buscan a don Giovanni para matarle. Don Giovanni, disfrazado con las ropas de Leporello, se une a ellos: Metà di voi qua vadano. Con falsas informaciones, don Giovanni consigue dispersar al grupo y quedarse a solas con Masetto; lo desarma y le da una dura paliza, hasta que Masetto huye, herido y quejumbroso. Zerlina, que escucha lamentos, se acerca al lugar y consuela a Masetto cariñosamente: Vedrai, érfid, si sei buonino.

Cuadro segundo

Leporello, disfrazado de don Giovanni, ya se ha cansado de doña Elvira: Sola, sola in buio loco, y está buscando el modo de escapar. Es sorprendido por don Ottavio, doña Ana, Zerlina y Masetto, que llegan en ese momento: Tergi il ciglio, o vita mia. Todos expresan su ira contra él a pesar de las peticiones de clemencia de doña Elvira. Leporello, viéndose perdido, revela su identidad ante el estupor general: Perdon, perdono, signori miei! Entre apelaciones a la piedad y vagas excusas, consigue acercarse a la puerta y huye del lugar.

Don Ottavio afirma no tener ya ninguna duda sobre la maldad de don Giovanni y encarga a doña Elvira, Zerlina y Masetto el cuidado de su amada mientras él va a buscar a la justicia: Il mio tesoro intanto. Doña Elvira se queda sola y reflexiona sobre el contradictorio sentimiento que afecta a su corazón: por un lado experimenta deseos de venganza y, sin embargo, no puede dejar de sentir piedad por don Giovanni: In quali eccessi, o Numi, in quai misfatti.

Cuadro tercero

Don Giovanni salta la tapia y se esconde en el interior del cementerio. Leporello, huyendo de sus perseguidores, se refugia también allí y, con sorpresa, descubre a don Giovanni, que le cuenta su última aventura amorosa y se ríe de ella. De pronto, una voz de ultratumba le avisa de que dejará de reír antes del alba: Di rider finirai pria dell’aurora!

Don Giovanni, enfurecido, registra los alrededores, pues cree que alguien le está gastando una broma. Solamente encuentra una estatua, la del Comendador, y obliga a Leporello a leer la inscripción que figura en el pedestal. Sin atemorizarse por lo que acaba de oír, obliga a su criado, a punta de espada, a invitar a la estatua a cenar: O statua gentilissima, a lo cual esta accede. Aterrado el criado y sorprendido el señor, los dos hombres abandonan el lugar.

Cuadro cuarto

Don Ottavio pide a doña Ana que acceda a casarse con él. Ésta le contesta que tendrán que esperar a que pase el período de luto: Troppo mi spiace allontanarti un ben che lungamente la nostr’alma desia.

Cuadro quinto

Todo está a punto para una magnífica fiesta: Già la mensa è preparata. Leporello sirve a su amo mientras una pequeña orquesta interpreta melodías de moda. Leporello, hambriento, come con disimulo. Doña Elvira irrumpe en escena para pedir de rodillas a don Giovanni, no ya su amor, al que ha renunciado, sino que cambie de vida: L’ultima prova dell’amor mio. Don Giovanni, burlándose, la invita a cenar. Doña Elvira se va indignada; antes de salir, se escucha un grito de horror y don Giovanni ordena a Leporello que salga a ver qué ocurre fuera del palacio. Leporello regresa y, muerto de miedo, dice que la estatua se está acercando. Se escuchan golpes en la puerta; Leporello se niega a abrir y don Giovanni, espada en mano, se dirige hacia ella. Entra la estatua: Don Giovanni a cenar teco m’invitasti e son venuto!, y don Giovanni muy animado ordena a Leporello que sirva otro cubierto; mas el convidado dice no alimentarse de comida mortal. Ha acudido a la invitación y ahora es el anfitrión quien debe ir a cenar con él.

Don Giovanni afirma no tener miedo y acepta la extraña invitación. La estatua le pide que estreche su mano para rubricar el acuerdo. Al hacerlo, don Giovanni siente que un frío mortal le invade y trata en vano de soltarse; la aparición le avisa de que su último momento ha llegado y le ofrece la oportunidad de arrepentirse, a lo cual don Giovanni se niega.

La estatua desaparece; las llamas invaden el lugar mientras un coro invisible de espíritus infernales llama a don Giovanni quien, con grito desesperado, desaparece entre el fuego.

Todo vuelve a la calma. Entran doña Ana, doña Elvira, Zerlina, Masetto y don Ottavio que, acompañados por la justicia, vienen a prender a don Giovanni: Ah, dov’è il érfido? Leporello, aún aterrado, les cuenta lo sucedido. Sintiéndose ya vengado, don Ottavio pide una vez más la mano de doña Ana: Or che tutti, o mio tesoro, vendicati siam dal cielo, a lo cual ésta responde que espere todavía un año, pues su corazón no se ha recuperado. Zerlina y Masetto deciden ir a cenar a su casa. Doña Elvira anuncia su intención de retirarse a un convento hasta el fin de sus días y Leporello, que se ha quedado sin empleo, dice que buscará en la hostería un patrón mejor. Todos concluyen diciendo de don Giovanni que así termina quien obra mal: Questo è il fin de chi fa mal.

berzosa43@gmail.com

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