La escultura que hay en la Capilla del Cristo de los Toreros ‑con su magistral rejería del siglo XVI del maestro Bartolomé‑ es un Ecce Homo de difícil datación (¿quizá de los siglos XVI-XVII?), aunque a simple vista parece más antiguo… Todas son capillas familiares, pues la nobleza del siglo XV construye su enterramiento al modo descrito en Las Coplas de Jorge Manrique: dando sentido al Renacimiento, pretendiendo que la memoria del hombre permanezca en el tiempo; por eso se dotan a estas capillas con capellanes, bienes, rejas, misas… (que, en definitiva, sirven para que se haga realidad cierto proverbio castizo: «Lo verás pero no lo catarás…»).
Las capillas se construyen intramuros de la muralla… Explica las tres de la galería izquierda, enfatizando la de Nuestra Señora de las Nieves, llamada de las Bolas, con pequeñas pirámides de diamante en piedra (que es la más original); y la Capilla de la Virgen de Guadalupe: «No se sabe si era original de la Virgen o es, precisamente, la que le da la advocación. Está compuesta por tres capillas, cuya reunificación y obras se hicieron en 1930».
«Santa María ‑aclara Antonio Almagro‑ es un misterio; y es cúmulo de antiguas contribuciones; pues, si actualmente hay 30 capillas, sin embargo, hubo 50…».
Recuerda que cuando no llovía lo suficiente para las cosechas, había sequía u ocurría cualquier evento raro ‑o desastre natural o humano‑ se solicitaba al concejo ‑o lo pedía el mismo pueblo llano‑ que se trajese a la Virgen de Guadalupe del santuario del Gavellar; por entonces, sus idas y venidas no estaban regladas; no es como ahora: que sus viajes (de ida y vuelta) al santuario son en mayo y septiembre.
La plaza Vázquez de Molina constituía (en aquel tiempo) una lucha de poder entre la nobleza y la iglesia, reflejada en el mundo del arte… Así, si se hubiese hecho la fachada proyectada, al ser después del Concilio de Trento, no hubiese tenido espadañas; y se hubiese parecido mucho a la grandeza que posee, actualmente, la Plaza de San Pedro de Roma: con grandes esculturas en su fachada…; pero por falta de dinero ‑¡se ve que la crisis es una enfermedad congénita del ser humano que le acompaña siempre…!‑ no hubo posibilidad ni financiación para hacerla… La portada hubiese sido barroquizante, para hacer frente al protestantismo…
Ahora, Antonio insiste en que fijemos nuestra atención en las ménsulas: donde se encuentran monos esculpidos en piedra, pues para los cristianos de aquella época este animal representaba todo lo malo del mundo y era el promotor y/o ejecutor de todas las maldades posibles (todo ello provenía de los bestiarios medievales…) y de los vicios en los que el hombre no debía caer; para eso estaban esculpidos; mientras que ahora, sirven de reclamo esnobista y panfletario al turista desnortado que va buscando “viejas rarezas…”.
Después, nos explica la puerta de la antigua sacristía, que es románica; pero que únicamente se puede ver desde dentro y no desde fuera (como ahora lo estamos haciendo); por lo que sólo podemos imaginarla… Después, pide que fijemos nuestra mirada en el arco de acceso al exterior, que es del siglo XVI (y que se modificó para poner la puerta de Santa María en línea con la del Palacio Vázquez de Molina); y que posiblemente fuese un arco de una capilla; el rincón (con portada y reja) muestra la Capilla del Cristo de los Toreros, que fue trasladada por D. Diego (antiguo párroco de Santa María; que, por cierto, algunos de los presentes conocimos…), después de nuestra incivil guerra. A continuación de la sacristía, había una capilla grande, a la que se accedía desde el interior; pero, al vaciarse la muralla, se convirtió en las tres últimas capillas que dan acceso a la iglesia…
Entramos, pues, al silencio de la Colegiata, con el susurro de una música clásica que suena, como en lontananza…; y Almagro nos muestra y explica las tres capillas del fondo de la iglesia, que están a continuación de la entrada: contándonos cómo se fue rompiendo la muralla o antiguas torres del alcázar para construirlas… Es un auténtico placer escuchar a nuestro docto guía que vive (y sufre…) todo lo que nos va contando; pues lo ha vivido, como si fuese su propia casa, durante tantos años…
Nos dice que en 1983 se hicieron tres catas arqueológicas en el suelo de este santo lugar; siendo la más grande y profunda, la que se produjo precisamente donde estamos ahora (a la entrada de la iglesia y a sus pies, ante la capilla del Santo Entierro). Esta prospección arqueológica fue la más interesante y profunda, llegándose a datar restos de la Edad del Bronce; no se pudo seguir profundizando, pero seguramente habría restos más antiguos… Lo primero que se encontró fue el osario de la iglesia, pues ‑como todos sabemos‑ las iglesias fueron (durante mucho tiempo) lugar de enterramiento cristiano. Esta antigua iglesia es más ancha que larga y hace sentirnos como si entrásemos a la antigua mezquita. En el siglo XIV, Ruiz Prieto creyó que ya era iglesia; y, sin embargo, Antonio Almagro discrepa, pues piensa que lo es desde el siglo XV, que es cuando realmente pasa de ser mezquita a iglesia. Fundamenta su afirmación en las mandas testamentarias descubiertas, pues son muchas en las que se acuerda situar y nombrar ‑a Santa María‑ como lugar de enterramiento…
Los arcos de la mezquita medían tres metros y medio de alto, que podrían ser siete metros de ahora, por estar enterrados…; así se fue construyendo este edificio o iglesia sobre aquella antigua mezquita…
«Las plantas, capillas y demás que ahora vemos son mentira; pues, si han quedado primorosas… (?), son distintas de las originales» (añade con fina y amarga ironía). «También se ha construido un artesonado distinto al que tenía la iglesia originaria, que era más baja que la de ahora, y era diferente, sin tener que soportar el peso actual, con tirantes y dos baldones…». Cree que todo esto es mentira (casi toda la iglesia), pues estaba construida en el siglo XVIII de las ruinas de las bóvedas por bóvedas de confrontación…
Y prosigue: «Se han borrado todas las señales arqueológicas, igualando las distintas texturas que contenía, por orden del último arquitecto restaurador…»; pues, Antonio, antes se guiaba por aquéllas, ya que veía otra topología de la piedra; pero, hoy en día, todo está uniforme… En estos momentos, se oye una suave música religiosa, que todos adivinamos: el Ave María de Schubert…