El rey Felipe II ha llegado a Úbeda acompañado de su corte y sus ministros en una lujosa carroza. (Es día tres de junio de la primavera de 1570). Acaba de jurar ante los Santos Evangelios que guardará los privilegios, fueros y exenciones que esta ciudad posee, ante la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, que se encontraba a la entrada de la puerta de Toledo. Ha sido invitado por el Marqués de Camarasa, su ilustre anfitrión, y se dirige hacia el Palacio de los Cobos para tomar un baño y cambiarse de ropa. Después, será obsequiado con una opípara comida, aderezada con los más exquisitos manjares de esta andaluza tierra, y servida en vajilla de oro y plata en la que lucen esplendorosas las armas de su padre: don Francisco de los Cobos.
Tras el copioso y espléndido ágape, por el que es felicitada la cocinera ubetense que lo ha preparado amorosamente (entre otros manjares, unos andrajos que estaban para chuparse los dedos…), el egregio huésped se echa una breve siesta para, después, visitar la Sacra Capilla de El Salvador, acompañado de los caballeros de la corte, ministros, nobles y clérigos.