28. ¡Detenido!

En la tarde del Sábado Santo (27 de marzo de 1937), reanudo la marcha hacia Bélmez de la Moraleda, después de haber estado todo el día descansando; entonces, me encuentro a algunos labradores que vuelven de sus faenas agrícolas…; y a un peón caminero, que se me acerca para preguntarme hacia dónde voy y si tengo salvoconducto… Al decirle mi destino y expresarle la creencia de que ese documento no me sería necesario, me detiene, identificándose como empleado del estado.

Al intentar persuadirle (por dos veces) de que me dejase marchar, pues tenía un asunto urgente que resolver, me contesta negativamente; y, además, me dice que tenemos que volver a Jódar (¡con el miedo que yo le tenía a ese pueblo y con todo lo que había hecho para esquivarlo…!), para pedir permiso a la autoridad: si continuar o no. Al estar armado y responderme que quizás podía serme beneficioso volver atrás, no tengo más remedio que aceptarlo; pensando que ésa sea la voluntad de Dios, poniéndome en sus divinas manos… Por el camino, me encomiendo a la Virgen del Perpetuo Socorro, acudiendo a ella con tantas veras…, pues comprendo que estaba en peligro; pero tenía la seguridad de que no me matarían…

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