Más dudoso sería aceptar el destino como elemento integrante de la secuencia histórica, aunque no tendríamos empacho, creo yo, en considerar la posibilidad de que unas fuerzas ¿telúricas?, extranaturales (tomando lo natural como lo que controlo y entiendo) pudieran incidir en el desarrollo de la historia: personal, profesional, regional, nacional o internacional. En ese sentido, hace poco escribí un relato autobiográfico, que titulé El tintero olvidado. Lo resumiré brevemente.
Cuando tenía yo diez años, fui seleccionado para un examen que, de aprobarlo, me permitiría ingresar en la Escuela de Magisterio de Úbeda, que regentaban los jesuitas. Así es que un día de mayo me convocaron para dicho examen que, la verdad, no sabía muy bien ni en qué consistía ni para qué servía.
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