Para mi hija Miriam.
Esa dulce tristeza
del alma desteñida,
la frente, traspasada de alfileres
con henna milagrosa,
mapa del pensamiento
que el corazón diluye
entre peces y piedras encendidas,
los ojos, anegados
de cenizas de un rescoldo reciente,
de plata antigua
la comba de sus labios,
sus dedos, como pájaros
o joyas en sus fundas,
su cuerpo, en el secreto de las telas,
oculta los deseos y las rosas.
Un suave movimiento
de reina entre las dunas.
De espaldas,
una torre flotante
de sedas y de velos.