Llegado al epílogo de este análisis, quisiera decir dos palabras acerca de esa otra dimensión que caracteriza esencialmente al género autobiográfico: me refiero a la cuestión de la ‘identidad histórica del yo’ sobre la que se apoya toda la fuerza expresiva de la autobiografía. A ella creo que Muñoz Molina le concede especial atención, no sólo mediante el inexcusable uso de la primera persona gramatical a lo largo de todo el relato, sino también echando mano de ciertas señales o marcas que podríamos llamar paratextuales y que contribuyen a reforzar esa identidad histórica del yo. Me refiero a las dos reproducciones fotográficas en las que aparece el autor Muñoz Molina: la de la portada y la que precede el inicio de la narración junto con una frase atribuida al escritor francés Montaigne que dice «Así, pues, lector, yo mismo soy la materia de mi libro».
Día: 17 de noviembre de 2012
Apuntes para un retrato de una mujer que se aleja
Para mi hija Miriam.
Esa dulce tristeza
del alma desteñida,
la frente, traspasada de alfileres
con henna milagrosa,
mapa del pensamiento
que el corazón diluye
entre peces y piedras encendidas,
los ojos, anegados
de cenizas de un rescoldo reciente,
de plata antigua
la comba de sus labios,
sus dedos, como pájaros
o joyas en sus fundas,
su cuerpo, en el secreto de las telas,
oculta los deseos y las rosas.
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