¡Qué duda cabe, para quien haya leído Ardor guerrero, que esta narración no es tanto una apasionada diatriba contra los desmanes del servicio militar cuanto una profunda, lúcida y melancólica reflexión sobre el paso del tiempo! Y, aquí, no aludo solamente al concepto de ‘amplitud’ de la historia recuperada, es decir, a esos catorce meses de vida personal en la mili que, trascendida, permite ver en Ardor guerrero una especie de ‘memoria de toda una generación’ o incluso una parábola de la España de la transición.