Entre tanta basura como nos rodea, tanto vociferante y tanta insensatez, parece bueno detenerse en el camino, mirar una flor y buscar la esperanza que en ella se encuentra escondida.
La planta, merced a su DNA, cambia lo infinito de la naturaleza ‑el aire, el agua, los minerales y la luz‑ en materia finita. La vaca se nutre de la planta, el hombre se come a las dos, y el alimento se transforma en pensamiento, palabra y hechos buenos o bellos que nos emocionan, sin que alcancemos nunca a descubrir cuánta es su energía ni adónde irá a parar.