Yo, mí, me

13-06-2012.
Y conmigo, que se estudiaba al menos en mis tiempos.
El paradigma del ego y del narcisismo: de la individualidad. Fuera de este círculo no hay nada, nada significa, nada sirve si no se necesita para que el círculo se mantenga, o engrose. Lo otro, al servicio en exclusiva de lo mío.

Aquí estamos. Esta es la doctrina vigente, imperante. Eso es lo que hay. Lo que mueve al país, porque es lo que mueve a las personas que lo rigen. Ni siquiera la ambición, legítima, porque la ambición siempre significa movimiento; porque el ambicioso busca ser más, alcanzar más, pero siempre dentro de un entorno que se amplíe. Nada es el ambicioso sin los demás, si se queda solo. Si alcanza su ambición, pero no la muestra o no la aplica, de nada le sirve.
Pero ni eso tenemos, dada la mezquindad en la que nos movemos. Aquí no hay ambiciones, aquí hay ladrones, mezquinos, timadores, trileros, hipócritas y aprovechados, todos de la cofradía de los pronombres ‑que no prohombres‑, en primera persona del singular (apenas ampliables al plural si no es cosa de familia o casta).
Asco da ya tanta infamia. Camuflada de retóricas ramplonas o arcaicas, amarillas ya de uso, vacuas porque sus significados se vaciaron de tanto manosearlos, exhibirlos, airearlos a los cuatro vientos de la inmundicia. Cuanto más cacarean esas retóricas, menos son creíbles. Ya no nos sirven tanto aspaviento, tanto melindre sobre supuesta ofensa, ni tanta apelación al bien común ‑¿de quiénes?‑, al sentido común ‑¿lo tuvieron ellos?‑ o al mantenimiento del orden establecido (cuando se han encargado de dinamitarlo desde dentro ellos mismos, véase si no lo hecho con la Constitución). Además, se ríen, a veces hasta descaradamente; se ríen de nosotros. Ahí tenemos ejemplos para rellenar mil fosas; ¿es que se va a preocupar de las consecuencias de un rescate (bajadas de pensiones y sueldos de funcionarios, subidas de impuestos, más tasas…) el diputado que cobra además del escaño por pertenecer, coordinar o presidir a la vez una o más comisiones?
¡Idos ya de una vez a vuestras casas, a disfrutar de vuestras ganancias inmerecidas; pero no sigáis manchándonos con vuestras babas y vuestra concepción inmaculada! Os decís intocables de hecho, porque no permitís ni permitiréis que se os juzgue y se os condene; así que, al menos, largaos en silencio. Dejad que entre aire fresco, brisa que sanee, antes que se convierta en huracán que derribe todo.
Sí, yo quiero que esta plutocracia y esta partitocracia y esta desdemocracia se marchen, enteras y al paso ligero. Porque da vergüenza encontrarse sus caras en los periódicos o en las televisiones; porque da asco leer u oír sus declaraciones absurdas o garrulas, mentiras enhebradas unas con otras y aprendidas en el mismo catecismo de la desfachatez. Da asco oír la voz aflautada y meliflua del prócer que no se siente responsable de nada, al que su conciencia ‑¿pero tiene conciencia?‑ no le reprocha nada. Y da rabia encontrarlos ahí, en el poder, cualesquiera que sea, siempre en el poder, arrimados para sacarle hasta los tuétanos al hueso del pueblo que los sostiene con su esfuerzo. Y, cuando en apariencia pierden el poder o se marchan, no lo hacen, que quedan al rebufo o haciendo méritos para quienes los colocaron. Para no mermar su balance. Me acuerdo de uno que decía, así como muy sufrido él, que al salir del cargo (donde hizo de todo menos buen trabajo) tenía trescientos mil euros en un plan de pensiones… ¿Y…? De acuerdo, en otros campos estamos viendo que se largan con miles de millones… ¿Y pues? Claro, deberíamos ver con buenos ojos ‑¡hasta comprender!‑ que esta persona apenas si se aprovechó de su cargo y darle las gracias por su supuesta honradez.
No nos hacen falta soluciones de políticos que, hoy por hoy, no las tienen. Ni ellos, claro.
Somos un país degradado a la miseria. Miseria no material, que en camino vamos, sino moral. No existe ya moral alguna y, quienes más presumen de poseerla, hace mucho que la dejaron de lado, en el camino de sus manejos. La conciencia se lava como una sábana; mejor si nos la lava el tonsurado, que posee en supuesto la facultad de “atar y desatar”. Somos un conglomerado mafioso, donde vale más el servicio al clan o al capo que el interés de la ciudadanía. Como mafia actuamos, en círculos cerrados y restringidos, donde el que más se distingue es el que más crímenes comete. Y el prestigio se gana así, ganando puntos ante quienes manejan el tinglado, en la sombra. Y hay papanatas que justifican lo injustificable, por afinidad ideológica, aunque hayan visto los bueyes volar. Tontos del haba siempre los hubo, los hay y los habrá, y con ello cuentan.
¿No es pura mafia considerar la instalación del macro complejo del vicio exportado desde Las Vegas?
La corrupción es fruta mafiosa y tenemos mucha fruta para exportar. Podemos dar ejemplo a otros y nos tratamos de igual a igual con los que inventaron el sistema. De la especie tenemos ejemplares únicos, pero también de tipo común, de los de andar por casa, del trinque rápido y la barriga llena, del yate aparcado y la empresa en quiebra, del arribismo a toda costa en asociaciones, comunidades, sociedades diversas (por ejemplo, deportivas) y el güisquito en el puticlub entre sudores de apoplejía. Mafia para ir tirando sin aportar nada y para intentar el ascenso en cuanto se cumpla bien ante los jefes.
Mierda de país al que nos han conducido y nosotros, como borregos, hemos permitido hacerlo, creyéndonos que así lográbamos lo que nuestros padres no pudieron conseguir: un país libre, noble, limpio y sencillo, pero democrático al fin. Eso es mierda ahora; nunca lo conseguimos, porque estaban creciendo las larvas gusaneras de la podredumbre, dentro del sistema, cuidadas por los que siempre fueron gusanos podridos.
No se me hable ya de derechos ni de deberes; no se me diga nada de reglas de juego ni de marcos institucionales; no se me cuenten milongas con bocas flácidas y actitudes serviles. No cuelen más trolas, por favor. Lárguense y déjennos en paz.
¿O es que se creen, de veras, que no sobreviviríamos sin ustedes?

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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