Me llamo Manuel de Falla, y 3

04-06-2012.
Cincuenta años no son nada

España y Francia organizan varios homenajes por mi cincuenta aniversario. Los homenajes continúan, en 1927, en Granada, Madrid, París, Cádiz y Barcelona. La recuperación de los clásicos españoles en el mundo de las letras tiene significación en este año, con los actos de homenaje a Góngora que llevan adelante los jóvenes poetas y músicos de la nueva generación. En mayo de ese año se estrena, en la Sala Pleyel de París, el Soneto a Córdoba de Luis de Góngora, que me han solicitado especialmente para esas celebraciones.

En Granada, y en el marco de esas experiencias para recuperar el teatro clásico español, colaboro también con la “música incidental” para la representación del auto de Calderón El gran teatro del mundo, que tendrán lugar durante el Corpus en la Universidad de esa ciudad.

9. Manuel de Falla, sentado al clave, durante la grabación de su concierto en París, 1930.

Para estos momentos ya comienzo a pensar en la obra que me ocupará el resto de mi vida: La Atlántida. Después de unos trabajos sobre el texto catalán de Verdaguer, a comienzos de 1928 comienzo los trabajos musicales para escribir una obra con un prólogo y dos partes, destinada a su estreno en las exposiciones universales del año siguiente.

Ya en 1929, se modifica el proyecto inicial y se amplían sus dimensiones. Los trabajos en esta obra ocupan toda mi atención, comunicando al pintor y escenógrafo José María Sert los avances en la composición.

La década de los años 1930 me será contradictoria y difícil. El final de la dictadura y el comienzo de la República Española en 1931 se recibe con alegría e ilusión. Mi salud comienza a crearme problemas que se acentúan con los enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado. En febrero de 1932, en medio de la desesperanza, redacto la primera parte de mi testamento. Comienzo entonces la búsqueda del silencio para sumergirme en los trabajos de Atlántida, que avanzan lentamente y de manera desordenada, ya sin un horizonte inmediato para su presentación.

10. Manuel de Falla saludando a la marioneta de don Quijote, tras una representación de El retablo de Maese Pedro en Venecia, 1932.

Siempre acompañado de mi hermana María del Carmen, paso una temporada en Mallorca, en donde se celebra ese año de 1933 el centenario de Chopin. Allí trabajo en la Balada de Mallorca y en escenas de La Atlántida relacionadas con el Mediterráneo. En el mes de febrero de 1934, en mi segunda estancia en Palma, compongo Fanfare sobre el nombre de Arbós que luego encabezará la suite Homenajes.

En diciembre de 1935, completo en Granada el Homenaje a Dukas (Pour le tombeau de Paul Dukas), pieza para piano. De este año son las músicas incidentales que hago para la representación, en la Universidad de Granada, del auto sacramental de Lope de Vega: La vuelta de Egipto.

En julio de 1936, se desencadena la guerra civil española. A partir del alzamiento militar comienza una cruel represión en Granada. El 18 de agosto es asesinado Federico García Lorca y mi ánimo sufre el golpe definitivo.

11. Confucio, gato de Manuel de Falla.

Mi estado de salud se sigue complicando en 1937. Apenas puedo andar. Intento desentenderse de presiones políticas. El 1 de enero de 1938 Franco crea el Instituto de España, y me designa ‑sin consulta previa‑ su Presidente. Mis gestiones para dimitir son febriles hasta que lo logro.

A Argentina partió un barco

En el verano de 1939, los continuos bombardeos y el miedo hicieron que Granada palideciera, perdiendo los vivos colores que años atrás me habían cautivado. Por eso, María del Carmen y yo tuvimos que tomar nuevamente una drástica decisión: abandonar la ciudad que tanto queríamos.

Ya decidido nuestro viaje a Argentina, trabajo en la suite orquestal Homenajes para su estreno en noviembre en el Teatro Colón de Buenos Aires.

El 18 de octubre llegamos los Falla al puerto de Buenos Aires a bordo del Neptunia. La guerra europea me preocupa profundamente y afecta a mi salud. Los trabajos en La Atlántida continúan con las habituales interrupciones, a causa de mi salud y otras ocupaciones. En todos estos años, sobrellevo una penuria económica a causa de no recibir mis derechos de autor, viviendo muy modestamente en Alta Gracia (Córdoba‑Argentina).

A pesar de persistir la mala salud, sigo fiel a mis trabajos en La Atlántida. En 1944, pienso y comento la posibilidad de dar una parte de la obra en versión de concierto, para lo que dejo varias partes ya completas. En 1945, descarto una invitación del gobierno español de retornar a mi tierra y, a partir de esas fechas, muertos mis amigos Sert, Zuloaga y Milliet (relacionados con aspectos de La Atlántida), trabajo sólo pensando en su aspecto musical. Todavía, a finales de agosto de 1946, continúo los trabajos en esta obra, a pesar de mis problemas de salud. El 14 de noviembre de ese año, muero en mi casa de Alta Gracia.

12. “Los Espinillos”, casa de Falla en Alta Gracia, en la provincia argentina de Córdoba.

Esto es todo, amigos. Espero que hayáis disfrutado del relato de mi vida, llena de experiencias enriquecedoras. Mi corazón siempre estuvo repleto de sensaciones, y mi mente de música. Hoy sigo entre vosotros. Yo reposo en la catedral de Cádiz, donde fui enterrado; pero mi música sigue viva… ¡Disfrutadla!

Úbeda, 20 de mayo de 2012.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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