Un puñado de nubes, 88

31-10-2011.
Cuando Amalia llegó a La Luna la mañana siguiente de haber dormido con León en el palacete de Alfonso, Indalecio la miró a los ojos. Se dio perfectamente cuenta del brillo especial de sus pupilas, de la leve sonrisa de sus labios bien perfilados de carmín y de un rubor especial en las mejillas.
—Más parece que vienes de una verbena que de deslomarte de trabajar. Estás guapísima.

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