Conciencia artística en el Lazarillo de Tormes, 4

13-10-2011.

Ahora bien, por interesante que pueda parecer, todo este juego de correspondencias y de contrastes, ello no es, en mi opinión, más que un medio del que se vale el narrador para poner de relieve la evolución en la capacidad de astucia de los dos antagonistas. Veámoslo.

Hasta la citada réplica de Lázaro, «—No diréis, tío, que os lo bebo yo —decía—, pues no le quitáis de la mano» (líneas 35-36)—, parece que el narrador ha puesto mayor énfasis en destacar la habilidad del muchacho, cuyo ingenio y disimulo le han procurado el triunfo, por ahora, definitivo: beberse el vino sin que el Ciego sepa quién es el culpable.

En cambio, las reacciones del Ciego parecen tan elementales que se diría, por ello, que no han merecido mucha atención por parte del narrador (no se olvide que éste es el propio Lázaro, puesto que la narración es autobiográfica). Pero, si observamos atentamente cada reacción del Ciego, comprobaremos que su sagacidad y capacidad de respuesta a cada acción de Lázaro también han sido subrayadas desde esta primera parte del texto. Es cierto que ninguna de las reacciones del Ciego ha resultado eficaz; pero todas ellas han estado precedidas, como en el caso de Lázaro, de un análisis adaptado a cada nueva situación. Quizás, en definitiva, sea la calidad de la motivación lo que distingue el hacer de los dos personajes. Así, las acciones de Lázaro parecen estar dictaminadas por un empeño sensual e irracional:

Línea 3, «daba (al jarrillo) un par de besos (tragos) callados».

Líneas 8-9, «no había piedra imán que así trajese a sí».

Líneas 18-19, «Yo, como estaba hecho al vino, moría por él».

Las reacciones del Ciego, en cambio, denotan una inteligencia analítica, calculadora y lúcida. Examinemos sus tres reacciones para entender cómo y por qué se daba cuenta de que desaparecía el controvertido vino:

Líneas
Lázaro
Ciego
3-5
«daba un par de besos callados»
=

«en los tragos conocía la falta»

9-14
«con una paja […] chupando el vino»
=
«me sintió»
29-35
«destilarme [el vino] en la boca»
=

«no sabiendo qué podía ser»

Conocer, sentir, saber, he aquí tres verbos cuya extensión semántica habrá que delimitar con precisión, porque nos muestran, en primer lugar, que las reacciones del Ciego amalgaman percepción sensorial ‑táctil y auditiva‑ y perspicacia analítica; y, en segundo lugar, por qué dichos verbos se van a apropiar de lo que podría llamarse el eje especulativo de nuestro texto.

Conocer, ‘tener noticia de alguna cosa’ Ver Sebastián de Cobarruvias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la Lengua (1-1611). Cito por la edición Turner, Madrid-México, 1984) .

Un conocimiento al que el Ciego ha accedido mediante una percepción táctil, «en los tragos», seguida de la evaluación cuantitativa del contenido del jarrillo, «conocía la falta», con respecto a la situación precedente. Este «tener noticia», conseguido mediante un contacto físico, nos induce a considerar otra acepción del verbo conocer, la de ‘relación amorosa’, también señalada por Covarrubias y documentada en el Lazarillo. Consideración que aquí no parece ser muy disparatada si tenemos en cuenta que, para Lázaro, beber dos tragos de vino es como un acto de amor secreto y prohibido: «yo (…) le asía y daba un par de besos callados». Tragos que, precisamente, le permiten al Ciego acceder al conocimiento empírico del vino que falta. Se trata, claro está, de dos amores muy diferentes: amor sensual y desatinado en Lázaro, «Yo, como estaba hecho al vino, moría por él»; el del Ciego, en cambio, es un amor posesivo y cicatero.

Sentir. Latine sentire, sensu percipere. Notorio es a todos llamar cinco sentidos corporales; la vista, el oydo, el gusto, el odorato y el tacto” Ver Sebastián de Cobarruvias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la Lengua (1-1611). Cito por la edición Turner, Madrid-México, 1984).

En nuestro texto, sentir tiene exclusivamente el significado de percibir con el sentido del oído. Lo que significa que a la percepción táctil precedente ha seguido ahora la percepción auditiva.

Saber. Del verbo latino sapere, vale entender y tratar de sabiduría” Ver Sebastián de Cobarruvias, Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Primer Diccionario de la Lengua (1-1611). Cito por la edición Turner, Madrid-México, 1984).

Dada su ceguera, es evidente que las dos fuentes de información de que dispone el Ciego, para saber por qué falta el vino, son las percepciones táctil y auditiva. Desprovisto de ellas, el Ciego se muestra perplejo y desesperado cuando, en la tercera treta, Lázaro ha privilegiado el hacer silencioso («hacerle una fuentecilla y agujero sotil y delicadamente taparlo») y así beberse el vino por el finísimo e insospechado agujerillo. Entonces el Ciego «espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser». Pero la paciencia y la perseverancia son virtudes de la experiencia y, en consecuencia, también de este Ciego que, según el propio Lázaro, «desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto y sagaz» Véase F. Rico, op. cit., p. 25. Y, en efecto, acudiendo una vez más a la información que le proporcionan sus sentidos, el Ciego descubrirá finalmente el engaño: «Tantas vueltas y tientos dio al jarro que halló la fuente y cayó en la burla» (líneas 38-39). Pero esta vez, su reacción, cruel y definitiva, estará precedida por uno de sus mayores talentos: el arte de la apariencia y de la ocultación, «mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido» (líneas 39-41).

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