13-10-2011.
Ahora bien, por interesante que pueda parecer, todo este juego de correspondencias y de contrastes, ello no es, en mi opinión, más que un medio del que se vale el narrador para poner de relieve la evolución en la capacidad de astucia de los dos antagonistas. Veámoslo.
Hasta la citada réplica de Lázaro, «—No diréis, tío, que os lo bebo yo —decía—, pues no le quitáis de la mano» (líneas 35-36)—, parece que el narrador ha puesto mayor énfasis en destacar la habilidad del muchacho, cuyo ingenio y disimulo le han procurado el triunfo, por ahora, definitivo: beberse el vino sin que el Ciego sepa quién es el culpable.
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