XX Festival de música «Villa de Canena»

18-07-2011.

Por invitación expresa de mi amigo Pedro, tuve la suerte de asistir al concierto lírico, a cargo de la Soprano, Concepción Martos, y el Quinteto de Cuerda, Grupo “Internacional” de Rusia, el pasado viernes, 8 de julio, programado dentro del XX Festival de Música “Villa de Canena”, al que, a mi parecer, no se le da la publicidad que merece. Pasamos una noche mágica, que sólo puede proporcionarla su enclave: el Patio de Armas y Columnas del Castillo, que estaba iluminado para la fiesta; y su contexto: el selecto público que disfrutó del exquisito programa que sirvió de refrigerio musical nocturno.

La primera parte fue clásica y muy conocida‑, pues Haendel, Albinoni, Vivaldi, Bach y Mozart vinieron a visitarnos de la mano de estos buenos maestros de la cuerda, realzados con la timbrada voz de la soprano, que demostró sus altas cualidades vocales, especialmente al final de la primera parte, mediante un escogido y conocido fragmento de la Flauta mágica. En el descanso, admiramos el horizonte nocturno que se divisaba desde el Mirador, desde donde -al fondo- la franja de claridad nos mostraba la ciudad de Linares, mientras que la propia Villa de Canena se encontraba plena de luz y amigables conversaciones.

La segunda parte fue más conocida, por ser repertorio español, con romanzas de zarzuela que estaban en la memoria ‑y casi en los labios‑ de muchos de los asistentes. Torroba, Sarasate, Serrano. Sorozábal, Albéniz… consiguieron una mayor intimidad y acercamiento. A las once, se oyeron las campanadas en el silencio del patio, entreveradas con la alegre música española…

Como regalo final, el bis O mio babbino caro de Giacomo Puccini hizo que el público se pusiese en pie y aclamase a la soprano y a los intérpretes mediante sentidos «bravos» y aplausos, reflejando en sus entusiasmados semblantes la alegría y el contento de haber asistido a un concierto, en donde la buena música supo conformar un agradable estado anímico. Todo el mundo salió dispuesto a cenar en casa o en los variados bares que este bello pueblo jiennense tiene. Nosotros elegimos El Balneario, creyéndonos -por momentos- estar en cualquier zona costera de nuestro litoral, pues el dulce sonido del agua, que no paraba de manar junto a la piscina, nos mostró cómo la noche se había detenido allí para disfrutar con nosotros de paz y sonoridad natural, entremezcladas, en nuestras mentes, con los sones del reciente concierto…

Deja una respuesta