El otro Manuel Chaves

17-04-2011.

Manuel Chaves Nogales nació en Sevilla el día 7 de agosto de 1897. Formó parte de un grupo de jóvenes intelectuales entre los que se contaban García Lorca, Francisco Ayala, Ramón Sender, Pedro Salinas, Antonio Espina y otros. Poco antes de comenzar la Guerra Civil, pidieron asesoramiento en cuestiones políticas a Ortega y Gasset con el fin de formar un grupo liberal en apoyo de la Segunda República. Su única intención era modernizar aquella España rural, atrasada y primitiva ‑dicho sea, esto último, en el peor de los sentidos‑. Sin renunciar nunca a su apuesta republicana, pronto manifestó un profundo hastío por los excesos cometidos en nombre de la República, tras el golpe de Franco y los militares. Siempre intentó pertenecer a la tercera España: una España en la que pudieran convivir en paz gentes de toda condición, edad e ideología, excluyendo a las dos Españas de las que hablan Machado y Unamuno. Las dos Españas radicales y fanatizadas, dispuestas al mutuo aniquilamiento y exterminio.

Chaves se ganaba el pan y la libertad escribiendo artículos y reportajes en los periódicos, con la ilusión de despertar en los españoles el interés por los grandes asuntos de su tiempo. Él mismo nos lo dice con sus palabras:

Cuando iba a Moscú y, al regreso, contaba que «los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer», mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando, al regreso de Roma, comentaba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acerbo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí, ni creía que yo fuese realmente un buen periodista.

Declaraba no profesar ninguna religión ni pertenecer a ningún partido político. Fichó para su periódico Ahora a Unamuno, Baroja y Ramiro de Maeztu. Formaba parte de la tertulia de Manuel Azaña, de quien se declaraba abiertamente partidario; especialmente, de los tres pilares del pensamiento del presidente de la república: paz, piedad y perdón. Al morir, no dejó ni un céntimo a sus hijos y su obra se olvidó y se perdió como se olvida y se pierde el periódico de cada día. Murió solo en un hospital de Londres, el 4 de mayo de 1944. Sólo los periódicos británicos y el diario argentino La Razón dieron la noticia de su muerte. Manuel Chaves fue un personaje indeseable para los golpistas y sus sucesores. Para los comunistas, anarquistas y demás fuerzas enfrentadas en la España republicana, un reaccionario, revisionista y traidor.

Ayer, moría mi suegro aquí, en Barcelona. Vino a la Ciudad Condal, por primera vez, con diecinueve años, enrolado en el ejército de Franco. Nunca lo ocultó. Fue un labrador castellano, sencillo, sufrido y silencioso que vivió con decencia y dignidad, y ha muerto a los noventa años, rodeado del amor de su familia y sus amigos. Entre la multitud de personas que acudió a manifestarnos su condolencia, llamaba la atención un anciano muy triste, pálido y bajito, que no dejaba de llorar. Era su amigo Francesc Monfort.

Hace más de veinte años que, huyendo del frío de la meseta, mis suegros venían a Barcelona cada año, por Navidad, y aquí permanecían hasta Semana Santa. En primavera, volvían al campo y a su casa. Cuando Monfort y mi suegro se despedían, siempre se emocionaban y se les escapaba a los dos alguna lagrimilla. Era emocionante ver llorar, abrazados, a los dos ancianos. Este año se quedó con la maleta a punto. Un día, le pregunté si Monfort también era de derechas, como él.

No. Es de Esquerra Republicana. Íntimo amigo de Heribert Barrera.

Esta conmovedora relación de amistad entre dos personas mayores, con trayectorias tan opuestas, que parece increíble a día de hoy, es la lección que recibimos a diario de la gente decente: perdón, olvido, generosidad, verdad y convivencia. Esos valores que nos gustaría ver en nuestros políticos. Esos principios que harían posible la ilusión de la tercera España. La España en la que pudieran convivir buenas personas que no profesan ninguna religión, ni militan en ningún partido político; que se han visto obligados a participar en un horrible enfrentamiento; o que defienden, de buena fe, la independencia de un pedazo entrañable de nuestra patria.

Algunos me tachan injustamente de pesimista. No es verdad. Uno sabe que la política española está llena de personas buenas e inteligentes… Lo que pasa es que, lamentablemente, no tenemos el placer de conocerlas.

Barcelona, 16 de abril de 2011.

roan82@gmail.com

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