“Barcos de papel” – Capítulo 30 c

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Cómo ganar dinero sin arriesgar un céntimo.

En cuatro días, “El Colilla” se puso al corriente del negocio: hablaba de opciones de compra, tanteo y retracto, permutas, acciones, obligaciones, pagarés… Presentaba las ofertas de forma regular y la rueda del negocio empezaba a girar: Vilanova buscaba a los inversionistas para que aportaran el capital y yo gestionaba los proyectos en el Ayuntamiento. Para conseguir precios de compra competitivos, “El Colilla” recurría a mil estratagemas. Se hacía amigo del dueño del solar, se interesaba por la familia, prometía puestos de trabajo en grandes empresas ‑como había hecho conmigo‑ o les aseguraba un magnífico puesto de trabajo para sus herederos en el primer organismo oficial que se le venía a la imaginación, desde La Caixa a la Diputación de Barcelona.

Para comprender esta espiral de negocio, hay que tener en cuenta el carácter emprendedor de los barceloneses, que preferían vivir de alquiler y aumentar su capital invirtiendo el dinero en negocios rentables, a diferencia de los emigrantes, a los que les parecía que pagar un alquiler era como tirar el dinero. Siempre nos llegaban ofertas de solares y Vilanova siempre encontraba a alguien dispuesto a invertir sus ahorros en una nueva promoción, con lo cual nosotros no arriesgábamos ni un céntimo, pero nos reservábamos la mayor parte de los beneficios. Siempre que firmaba alguna participación, me llamaba a su lado y me decía en tono sentencioso y paternal.

—Alberto, por favor, permíteme que te presente a este señor tan amable del que tienes mucho que aprender —luego se dirigía al inversionista y le preguntaba con la máxima consideración—. Lo digo, naturalmente, si no le causa molestia.

—Por supuesto que no.

—Pues ya que el señor es tan gentil, quiero decirte que así se hacen los negocios. El dinero hay que saber ponerlo a trabajar. Adquirir valores sólidos y de futuro es comprar seguridad y progreso. Las joyas, los diamantes, el arte… están sujetos al vaivén de la moda, al valor de los mercados, y no exentos de una inesperada adversidad: es decir, que en cualquier momento nos las pueden robar. En cambio, el suelo es un bien escaso que no se fabrica, no sufre deterioro alguno, es más necesario cada día, y nadie puede arrebatarnos su propiedad. Por eso, multiplica su valor constantemente.

Yo felicitaba al inversionista y, después de solicitar su permiso, me retiraba a mi despacho. Pero aquel precioso castillo de naipes, del que tan orgulloso se sentía, se vino abajo a finales de 1982. Víctima de sus luchas internas y el desgaste sufrido durante los años de gobierno, la UCD desapareció prácticamente de la vida política española, y dejó el gobierno en manos del partido socialista que obtuvo una holgada mayoría absoluta.

roan82@gmail.com

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