Por Fernando Sánchez Resa.
Fue… a la “Tacita de Plata”. Allí me desplacé, haciendo mi primer largo viaje con mi flamante carnet de conducir, obtenido el verano anterior. Tenía diecinueve años y todas las ilusiones intactas. Cogí el Seat 600 D (vulgarmente conocido y nombrado como “El Seillas”) que mi padre me había regalado con lo obtenido en el tercer curso de magisterio, que era todo de prácticas y pagado. ¡Ese sí que era un buen plan de estudios de magisterio: el Plan 67! Por eso lo quitaron tan pronto…