(Inspirado en “El pastorcico”, de san Juan de la Cruz)
Yo sé de un hortelano que en su huerto,
labora por la tierra con desvelo,
y cava bellos surcos con gran celo
para echar la semilla con acierto.
Y aguanta las lloviznas y neviscas,
y aguanta las tormentas y aguaceros,
y las nieblas, los fríos, los heleros
y los rayos, los truenos y ventiscas.
Y este bello hortelano, en la cosecha,
no se jacta en el bien ni en la riqueza,
pues gana su salario y la pobreza
y evita así, el regalo que le acecha.
Más no tanto por ella, su alma brilla,
que sólo busca en esta su sustento,
y dona el corazón por el contento
que le da la silvestre florecilla.
La azucena, el jazmín y el terciopelo,
la amapola, lavanda y el tomillo,
margaritas y fresno… le dan brillo
y lo colman de paz y de consuelo.
Y este sencillo y honrado hortelano
disfruta de su huerto tan florido
con roces y caricias de su mano.