Una nueva ruta partiría de esta plaza hacia el oeste, dejando la estatua a nuestra izquierda, deteniéndonos para ver los soportales (“Los portalillos”, dicen los ubetenses) y la fachada de lo que fue el Monterrey:
…estaba comiendo en su mesa habitual del Monterrey, en la planta de arriba, cerca de la ventana desde la que veía la plaza y hasta el balcón de su despacho. (Plenilunio, c. 4).