Vicisitudes de la vejez, 13

Como no soy nada supersticiosa, el número de este capítulo de mi vida no va a suponer algo tétrico o nefasto para mi persona, sino todo contrario…
Les decía, en otro capítulo de esta serie, amables seguidores de mi vida, que me encontraba aislada en mi residencia de ancianos porque muchos de mis compañeros, más compañeras, caían como moscas por culpa del dichoso coronavirus chino, con gran pesar por mi parte y de sus familiares y amigos.

 

 

Yo, gracias a Dios, he tenido mucha suerte puesto que, por ahora, me he librado de esa gripe amarilla que asola el planeta y nuestro país, en particular, aunque ya vaya remitiendo. ¡Ojalá no vengan nuevas oleadas! No obstante, siendo una pena inmensa por todo lo que está ocurriendo y cómo me hubiera gustado no tener que asistir a este espectáculo macabro y apocalíptico que nos asola.
Pero como soy positiva, en mi actitud y vida, doy gracias a Dios -una y otra vez- por la suerte que he tenido, hasta hoy, pues la salud me ha acompañado a lo largo de mi extensa vida y los males o enfermedades que me han aquejado, gracias a mi genética, tipo de vida y buena alimentación, las he podido superar.
Precisamente, hoy, un día tan bonito y primaveral, como el primero de mayo, mes dedicado a María y perfumado de las flores primaverales que inundan campos y jardines. Recuerdo con intensidad mis años vividos antaño, cuando me iba de romería al Gavellar para traer a nuestra Virgen de Guadalupe a nuestra ciudad (Úbeda), pasando por Santa Eulalia. Era un día de fiesta sin precedentes que bien servía de asueto y encuentro, pero también para comenzar o aunar noviazgos y amistades que han perdurado en el tiempo. ¡Tiempos aquellos…! Ahora es todo tan atípico y extemporáneo: ni Semana Santa, ni Fallas, ni Feria del Abril, ni nuestra romería de la Chiquitilla del Gavellar… ¿Llegaré a ver la normalidad que yo he disfrutado durante tantos años y podré abrazar y besar a mis seres más queridos alguna vez?
Doy gracias a la providencia porque no he muerto todavía, pues mi genética y naturaleza me han sido fieles, ya que cuando me han puesto medicinas del tipo que fuese, me han hecho un efecto inmediato, pues he hecho una vida sana y he tenido una alimentación equilibrada, rica en frutas y verduras ecológicas y con dieta mediterránea, aprendida de mis padres y abuelos, en la que el aceite de oliva ha sido el vademécum para todo y un acompañante de toda comida o preparado. Van para 97 años los que llevo navegando en esta vida…
El panorama actualmente es desolador y/o demoledor. Han muerto todas mis amigas y conocidos, los pocos que me quedaban, lo que me recuerda al Santo Job, en su pasaje bíblico. Me he quedado sola en el mundo, a excepción de mis familiares más cercanos, con la gran suerte de que ningún hijo, nieto o biznieto haya sucumbido en esta pandemia odiosa.
Mi querida nieta mayor me ha recordado lo que nos ha enseñado la COVI-19 y que circula por WhatsApp como la pólvora: La mitad de los trabajos se pueden hacer desde casa, mientras que la otra mitad merece un salario muy superior al que tienen; ningún partido político y ningún sistema económico está preparado para combatir una pandemia; la ciencia es vital para la salvación humana; la naturaleza renace sin nosotros, siendo los humanos absolutamente innecesarios, como hemos podido comprobar; es posible detener el cambio climático, si abandonamos el estilo de vida destructivo que llevábamos antes (en nuestra sociedad occidental, claro); también es posible dejar (por un momento) nuestros intereses particulares para enfocarlos en el bienestar colectivo…
Yo soy pesimista al respecto, aún siendo optimista de espíritu, ya que creo que el hombre no tendrá en cuenta todo lo referido anteriormente, pues en cuanto esta pandemia pase volveremos a lo mismo. ¡Tenemos los humanos tan mala memoria individual y colectiva!
Ahora que viene al caso y estoy en vena mental me gustaría hacer un subrayado de cómo han obrado los pocos países del mundo que tienen al frente una presidenta que no presidente, por lo bien que lo han hecho, en general, cogiendo el toro por los cuernos y sin dilaciones inútiles, causando menos muertes y problemas a la población en sus respectivos países; aunque sé que no sea buen camino enfrentar los sexos, ni yo lo pretendo, como algunos políticos quieren explotar -una y otra vez- para solucionar los problemas que vienen esporádicamente o se inventan ellos mismos, pero siempre he confiado en la inteligencia y buen hacer femenino a todos los niveles (seguramente que hasta la fecha no ha tenido ocasión de demostrarlo, habiéndole proporcionado la dirección del rol social que se merece), como se ha venido haciendo en cualquier hogar que se precie. Es lo que he hecho yo en mi casa y vi hacer a mi madre y abuelas en las suyas. Y encima, luchando con el machismo imperante, buscando siempre veredas y subterfugios para proporcionar a mi hogar lo mejor que yo podía ofrecerle. Ha pasado en muchas cosas y ámbitos de la vida, ya que había que aparentar que el hombre es el que sabía y manejaba el cotarro para no desdecir su machismo, cuando quien realmente movía los hilos importantes de la vida era la mujer (gestación, crianza, educación de hijos, mantenimiento de sus emociones, sentimientos, etc.). Así lo he hecho yo y muchas mujeres de mi entorno más cercano y del mundo entero. Cuando leo revistas misioneras de Asia, África, Hispanoamérica… no hacen más que corroborármelo.
La mujer es pieza imprescindible y valiosa de la sociedad, en la familia y en las naciones; y no se suele valorar en su justa medida ni tenerla en cuenta para todo. Seguramente que habría habido menos guerras, muertes y maldades puesto que una madre nunca quiere que sus hijos sucumban en las guerras o líos sociales que se produzcan o provoquen, habiéndolos parido y criado con tanto amor y afecto…
Creo que hay demasiada testosterona, tanto en el hogar como en las relaciones políticas nacionales, internacionales, empresariales, etc.; y falta más inteligencia y mano femeninas puestas al servicio de todos, se necesitan más estrógenos y progesterona en el mundo. En nuestra política nacional hay mucha estética (la del 50% de paridad de sexo; eligiendo un cargo femenino porque haga la paridad aunque le falte inteligencia y cualidades para el cargo, haciéndole flaco servicio a la mujer y degradándola, en lugar de ensalzarla y sublimarla), pero poca ética real de cómo se debe formar y ser una auténtico líder (qué más da que sea hombre o mujer, sino que valga realmente) y que tenga por lema: “Haz el bien y no mires a quien”. Mejor nos iría a todos, si pusiésemos el bien común por encima de todo y no el dinero, el poder o la vanagloria.
Sevilla, 1 de mayo de 2020.
Fernando Sánchez Resa

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