Úbeda y Sevilla, mis preferidas…

 

Llevo tantos años cabalgando estáticamente en esta Plaza Nueva sevillana (desde la década de 1920), habiendo tenido inmenso tiempo de elucubrar sobre mi glorioso pasado (con sus luces y sus sombras); ya casi diluido en el devenir eterno, que me gustaría compartir contigo, en la intimidad de tu hogar, amable lector, mis más íntimos sentimientos por esas dos joyas andaluzas que marcaron sendos hitos en mi devenir personal, conquistador e incluso milagrero, después de mi muerte.
Desde esta altura y bajo el firmamento de la eternidad he llegado a rememorar, una y otra vez, lo que fue mi vida y el regalo que Dios me dio al hacerme rey de esta tierra hispánica en la que moros y cristianos nos batimos en múltiples batallas para que la cruz y el cristianismo reinaran en nuestra piel de toro.

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