Llevo demasiado tiempo encerrado (mis padres y abuelos le llaman confinado), por lo que me gustaría contar lo que siento ante lo que nos ha metido el famoso coronavirus chino, del que ya me sé hasta su nombre científico de tanto oírlo: Covid-19…
Es curioso que, antes de que ocurriera todo esto, me advertían mis papás que tuviese cuidado con las pantallas de televisión, ordenadores o móviles porque eran peligrosas para mi salud física y mental, pues crean niños hiperactivos; y ahora veo cómo hasta los maestros (por imperativo legal, según me sopla mi mamá) han cogido esa herramienta para comunicarse conmigo y con el resto de mis “compas”; bueno, con mis padres y los de mis amigos, para que hagamos las tareas escolares como si estuviésemos en la escuela, pero sin mis amigos ni mi querida maestra que tanto me ayuda y quiero, a distancia. Hay hasta un día de la semana señalado, en el que nos conectamos todos, para hacer (o intentarlo, pues suele parecer más bien una jaula de grillos), una asamblea al estilo de la que hacíamos cuando llegábamos todas las mañanas al aula para darlos los buenos días y contarnos nuestras cosas. Antes, siempre me decían, que con el abuso de las pantallas se me podía dañar la vista y convertirme en un niño hiperactivo y ahora parece que se han olvidado de ello y han pasado al otro extremo. Me huelo que les está pasando como a casi todos los que mandan, pues, según les interesa, así actúan y razonan, cambiando de bando y parecer cada dos por tres.