Noche sefardí en el Alcázar de Sevilla

Por Fernando Sánchez Resa.

Habiendo llegado ya el tórrido verano a esta acogedora ciudad, me dispongo a pasar una velada musical, lo más fresca y agradable posible, en buena compañía con familiares y amigo italo-ubetense, rememorando otras mágicas noches vividas en la Sinagoga del Agua de mi Úbeda querida.

Y con escaso fresco nocturno, a pesar de la abundante vegetación que me circunda, pues el termómetro no baja de los 33 grados, el público llena hasta la bandera el local instalado al aire libre y está deseoso de emprender un encantador y entrañable viaje histórico-musical, de la mano del conjunto Emilio Villaba & Sephardica, por el complejo y extenso legado cancionero sefardita, cuyos tres componentes saben hacernos revivir esos momentos duros y amargos de la diáspora del pueblo español judío, expulsado en 1492 por los Reyes Católicos, llevando siempre al exilio a su amada patria Sefarad, muy adentro y transmitiéndosela amorosamente a sus descendientes; también nos regalan canciones alegres y amorosas, siempre nostálgicas, poniéndonos delante las fotografías y los titulares que los periódicos de nuestro entorno reflejan, hoy en día, con los migrantes y refugiados que andan vagando por el Mediterráneo —u otro mar o territorio del mundo— por culpa de que en sus países no pueden —ni les dejan— vivir tranquilamente…

Sara Marina (percusiones, teclados y presentadora de las canciones de todo el concierto), con su melifluo y aniñado timbre de voz, contando historias tristes, alegres y nostálgicas; Ángeles Núñez (voz) con su frescura e inflexiones tímbricas; y Emilio Villalba (instrumentista de cuerdas pulsadas y frotadas), proporcionan un cuadro musical y plástico tan conseguido que el público aplaude con ganas cada una de sus canciones (Morena me llaman, A las una yo nací, Los guisados de la berenjena, Hermanas reina y cautiva…); arrancando dos bises, al final del concierto, que llega antes de lo que todos esperan.

Finalmente, los tres artistas se bajan del escenario y departen cordialmente con amigos y fans que los felicitan, una y otra vez, por su redonda actuación, que hará historia en este entorno privilegiado, desde el que se puede admirar la Giralda iluminada —bastante restaurada ya— y escuchar el dulce sonar del agua, mientras la variada y frondosa vegetación de sus jardines y los múltiples animales que lo habitan han tenido que trasnochar un poco, pues merecía la pena escuchar canciones y melodías que abren en canal el corazón y la memoria del oyente, reviviendo o imaginando todo lo que pasaron aquellos hombres y mujeres de otros tiempos —también de los actuales— por culpa de sus malos o nefastos gobernantes o mandamases…

¡Qué paradojas tiene la vida!

Úbeda, 19 de junio de 2018.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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