Nuestra última escapada, y 2

Por Fernando Sánchez Resa.

Al día siguiente, madrugaríamos y desayunaríamos pronto para estar a primera hora, a las diez de la mañana, en las puertas del Museo del Prado, al que vimos en obras en su exterior, entrando por Goya, por delante de la cola que ya se iba formando para los visitantes que no habían sido previsores y querían comprar la entrada en ese momento. Nosotros pasamos por delante con presteza como cuando, en la vuelta ciclista a España, entran los velocistas al sprint en la meta.

Allí permanecimos toda la jornada, hasta las siete de la tarde, siendo diez minutos antes cuando tocaron el timbre para avisar que se desalojaran todas las salas del turbión de visitantes que las abarrotaban, especialmente dos horas antes, a las cinco de la tarde, cuando accedieron gratuitamente muchos visitantes y curiosos que desequilibraron la tranquilidad de algunas salas con su constante fluir e ineducación, incluso echándose fotos, estando prohibido, pero a los que los guardias de sala les era imposible domeñar…

No nos perdimos nada. Íbamos ansiosos por visitar las exposiciones temporales de Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia y de Velázquez, Rembrandt, Vermeer. Miradas afines, entre otras; lo que hicimos a primera hora, cuando menos gente había en las salas, quedando gratamente impresionados por ese cúmulo de excelso arte pictórico que se acumulaba allí.

La obra estrella de la primera: La Anunciación y la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, merecía una pausada visita, complementada con el vídeo de su restauración y de sus muchos cuadros góticos de fondo dorado.

Digna de admiración -y sorprendente- fue también la segunda exposición, que estaba aún más abarrotada de público que la primera, y eso que llevábamos hora prefijada de entrada, de forma que tuve que dar doble repaso, leyendo en inglés cartelas y cuadros, con eso de mejorar este tercer idioma en el que me he metido a la vejez. Resulta paradójico que distintos pintores de diferentes naciones tengan una visión similar de la pintura, pudiéndose comprobar fehacientemente mientras se van admirando los cuadros de estos artistas consumados, como fueron Velázquez, Rembrandt, Vermeer y otros pintores escogidos: José de Ribera, Hendrick ter Brugghen, Bartolomé Esteban Murillo, Frans Hals.

Con breves o más largos descansos, que para eso hay unos buenos bancos en esta pinacoteca, fuimos viendo todo lo que nos apetecía, especialmente la Piedad de Sebastiano del Piombo, que realmente pertenece a la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda, en la que -en su cartela- ya no pone que es depósito permanente, como antaño, sino “en depósito de la Casa Ducal de Medinaceli”; algo hemos ganado los ubetenses. No podía faltar la visita a las Meninas y sus salas limítrofes, ni al Greco, así como a los muchos cuadros y salas de Goya con sus dos majas, la familia de Carlos IV, los fusilamientos de Madrid de la Guerra de la Independencia, sus pinturas negras, etc.

La lista sería larga de enumerar pues no nos perdidos ninguna sala importante ni ningún artista destacable, pues cada uno de ellos nos aportó belleza y plasticidad para recargarnos las pilas por un buen tiempo. Siempre nos hemos prometido, mi esposa y yo, incluso antiguamente con nuestras dos hijas también, subir a Madrid cada trimestre para visitar el Museo del Prado; pero hemos incumplido esta promesa constantemente por azares del destino y obligaciones de la vida. Ahora que, cuando venimos aquí, nos damos un hartón de arte y belleza, comiendo incluso en su muy visitado comedor y comprando algún que otro detalle para nosotros, familiares o amigos como recordatorio de esta nueva visita que realizamos.

Después, nos fuimos a cenar lo típico: bacalao en la taberna Labra, que está junto al antiguo Galerías Preciados, hoy El Corte Inglés; y los afamados calamares fritos en uno de los bares aledaños a la Puerta del Sol, que estaba calurosamente abarrotada de gente pedigüeña, vendedora ambulante, curiosos y turistas como nosotros. Nos hubiera gustado ir al Brillante, en Atocha, como otras veces, para comernos el mejor bocata de calamares de Madrid, pero nos quedaba un poco lejos para ir andando…

Tras dormir plácidamente, gracias al fresquito del hotel, nos levantamos algo más tarde que el día anterior para irnos a desayunar opíparamente y, después, sobre las doce, bajarnos andando al cocedero de mariscos que es el invernadero de la estación ferroviaria de Atocha, con el fin de aguantar el tórrido chaparrón de calor tropical, hasta que nos fuimos a las 17,35 h -coladas- rumbo de nuevo a Alcázar, en el tren rápido con destino a Jaén capital. Nos tuvieron hasta última hora sin saber qué vía habíamos de coger. Una marginación más en ese día -que para más inri- hubo huelga de trenes convocada por CCOO. Menos mal que nuestro tren no nos lo suprimieron como otros muchos.

Mientras hacíamos la larga espera, estuvimos sentados, como tanta gente, en los bancos que hay junto a las plantas tropicales, observando que habían crecido bastante desde nuestra anterior visita; y comimos en uno de sus restaurantes de allí, que por cierto no tenía aire acondicionado y los ventiladores apenas proporcionaban el frescor deseado y necesario.

Nuestros familiares alcazareños fueron a recogernos, al igual que hicieron cuando marchamos a Madrid, teniéndonos preparada una agenda cultural y alimenticia extraordinaria, pues cenamos en los frescos jardines del hotel Intur, atendidos por bellas y simpáticas camareras.

El día siguiente fue intenso. Si por la mañana visitamos Campo de Criptana (Tierra de Gigantes, como la sobrellaman sus habitantes), con sus tres museos englobados en Museo Eloy Teno, Casa Cueva y dos molinos de viento del siglo XVI, por dentro, en el que, en uno, fuimos enterados de su funcionamiento y función; mientras que, en el segundo, recorrimos la exposición permanente que tienen montada sobre su personaje más emblemático y popular: Sara Montiel, natural de esta localidad, antes de que se fuera a un pueblo de Alicante y a vivir mundo y triunfar por toda España, México e incluso Hollywood. Aunque nuestro guía turístico lo olvidó (suponemos que intencionadamente), fuimos testigos de la belleza y el arte de esta linda mujer que no supo envejecer como cualquier ser humano, al ser una diva-diosa en vida, perdiendo los papeles en su última etapa de vida.

Para comer, nos llevaron a un restaurante de las Lagunas de Ruidera, ya en la provincia de Albacete, mientras comprobamos la gran cantidad de agua que tenían, a pesar de la sequía, y las distintas coloraciones que cada laguna cogía, según sus dimensiones, vegetación u orientación. Incluso estuvimos cerca de algunos de los lugares en los que don Quijote tuvo sus irrepetibles aventuras, como nos cuenta Cervantes; pero el calor reinante nos hizo desistir de visitarlas en esta ocasión. Otra vez será…

De nuevo cogimos nuestro coche y, con gran pena, nos marchamos de Alcázar de San Juan con el firme propósito de volver lo más pronto posible, pues nos quedaban todavía muchas cosas que ver y visitar. No perdemos la esperanza de ello…

Llegamos a Úbeda al atardecer y los bares nos estaban esperando con los brazos abiertos para cenar. Cinefan Festival 2019 y otros eventos lúdicos o culturales, así como el cine de verano en la Plaza de los Toros estaban también a nuestra disposición.

Unos paseos nocturnos por la fresquita vegetación del Parque Norte y unas charlas entretenidas con nuestros queridos hermanos, adobadas de buenas tapas y bebida abundante, hicieron la delicia de estos últimos días pasados en esta Ciudad del Renacimiento que mira al sur y que tanto amamos.

Ahora, nuevamente, hemos retornado al lugar de nacimiento de Murillo y Velázquez, después de admirarlos en el Museo del Prado largamente, para disfrutar de su ciudad, antigua y nueva, con su variopinta, permanente y atractiva oferta cultural; y con esos conciertos nocturnos maravillosos, en el Real Alcázar de Sevilla, en donde música diferente y variada se entrevera con naturaleza y monumentalidad a raudales para premiar al espectador con la dulzura que exhala el lenguaje más universal, en el entorno más natural e histórico posible.

¡Lo aprovecharemos, cómo no! ¡Están ustedes invitados…!

Sevilla, 21 de julio de 2019.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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