Por Mariano Valcárcel González.
Uno opta por intentar mantenerse en cierto estado físico al menos pasable, dada la edad que no perdona, y sin hacer alardes innecesarios o imposibles ya (y claramente peligrosos), pues se anda a ritmo medio unos kilómetros de suelo urbano o periurbano (¡esto queda bien!, ¿eh?) y en su momento oportuno hace un descansillo, que no hay que ser ansias.
Me andaba en esta pausa (o sea, no andaba) sentadico en un banco, radio y auriculares por medio que uno es de los de informarse todos los días y cuando ya cargan estos informes pasar a emisiones musicales más llevaderas y agradables, cuando pasó ante mí una chavala.