Por Fernando Sánchez Resa.
Al día siguiente, madrugaríamos y desayunaríamos pronto para estar a primera hora, a las diez de la mañana, en las puertas del Museo del Prado, al que vimos en obras en su exterior, entrando por Goya, por delante de la cola que ya se iba formando para los visitantes que no habían sido previsores y querían comprar la entrada en ese momento. Nosotros pasamos por delante con presteza como cuando, en la vuelta ciclista a España, entran los velocistas al sprint en la meta.