Por Mariano Valcárcel González.
Paseando por una de las cualesquiera callejas de su pueblo observó una larga meada de un chucho incontinente. Larga, progresando por las piedras de la calzada en sinuosos meandros.
Recordó las meadas de concurso que en su infancia (y no tan infancia) hacían entre los chicuelos, unas veces en lo tocante a su alcance vertical (contra las paredes) y otras favorecidas por el desnivel de la calle progresando hacia su desembocadura natural, que debiese ser como ya cantaba el poeta Manrique: «La vida es como los ríos que van a parar al mar».