Por Fernando Sánchez Resa.
Si la capital hispalense ha estado celebrando, durante este año, el cuarto centenario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo, cenit de la pintura barroca sevillana, Úbeda no ha querido ser menos y ha puesto en valor y conocimiento la destacada obra de un hombre, nacido hace cien años en su seno, que marcó hitos culturales y docentes en su amada “Ciudad de los Cerros”.
Hace unos días tuve la suerte de estar en la Capital de la Loma y acercarme a visitar la exposición “Juan Pasquau Guerrero. Humanista, maestro y escritor”, inaugurada el 7 de diciembre y que permanecerá abierta hasta el 6 de enero de 2019, que ha organizado la Fundación “Huerta de San Antonio” en la Sala ‘Pintor Elbo’ del Hospital de Santiago con la colaboración del Área de Cultura del Ayuntamiento de Úbeda, para gozo y disfrute de todos sus visitantes que pueden conocer y admirar a este personaje local de relumbre provincial y nacional mediante dieciséis paneles muy descriptivos, diversas fotografías y documentos u objetos personales, siendo el propio Juan Pasquau Guerrero quien nos habla de su vida, desde su infancia hasta su etapa adulta, para provocar en todo visitante pero, especialmente, en los niños ubetenses su conocimiento y la realización de distintas actividades.
Se muestra tan auténtico, como un hombre enamorado del municipio y de sus tradiciones, principalmente de la Pasión, resumiendo su intensa y, por desgracia, corta vida, ya que ejerció como maestro, director del Colegio de la Explanada, safista todoterreno, creador y director de la revista VBEDA, humanista destacado, articulista y escritor consumado de fino olfato e inconfundible estilo literario, etc.; y todo ello, falleciendo a sus 60 años casi recién cumplidos, dejando una gloriosa estela vital y literaria que bien han sabido aprovechar, principalmente, su amada esposa, Rosa Liaño Flores, además de sus hijos, nietos, familia y el propio municipio ubetense.
Y que con esta exposición, que piensa ser itinerante por los colegios de Úbeda a su finalización, la actual corporación municipal y la anterior, lejos de banderías políticas y cortoplacistas, han vislumbrado una mina inagotable al recordar su enjundiosa vida y obra literaria, sabiendo sacarle provecho dándolas a conocer en profundidad, como ya hiciera Juan con su ciudad de nacimiento, mediante su abundante obra literaria:“Biografía de Úbeda”, “En busca del hombre perdido”, “Dos temas de Úbeda”, “Todavía Corpus” y diversas recopilaciones de sus artículos periodísticos, unos reeditados y otros de nueva publicación, entre los que el libro de Adela Tarifa Fernández tiene cuadro de honor: “El Humanista ubetense Juan Pasquau Guerrero y su obra”; además de los muchos escritos que quedan todavía por los cajones, esquinas y rincones de su casa-museo, que es en donde actualmente convive su auténtica memoria con la de su querida esposa y que allí permanecerá, mientras ella tenga un hálito de vida.
Habrá que ir pensando en hacer o instituir una casa-museo, más pronto que tarde, para que cualquier turista, viajero o persona curiosa que pase por estas latitudes no deje de disfrutar y aprender con este insigne personaje al que algunos tuvimos la suerte de disfrutar y conocer en nuestra Úbeda eterna y sorprendente.
El pasado domingo tuve un feliz encuentro con Rosa Liaño Flores, esposa de Juan Pasquau Guerrero, mientras visitaba la exposición, pudiendo comprobar que, a pesar de sus dilatados años, goza de una salud física y mental envidiable, claro está, sustentada siempre por la fiel y cálida memoria de su querido esposo al que tiene siempre metido en su corazón y mente.
Al hablar con ella y darle la enhorabuena por este evento, me soltó una frase que bien merece una mención honorífica por su candor, amor y belleza. Me contó que mientras ambos vivían, siempre le decía su marido que, cuando falleciese alguno de los dos, sería como si muriesen los dos (por el amor eterno que se profesaban).
Y ella, toda sabia y oportuna, desde que murió su amado Juan, le ha dado la vuelta a esa aseveración. Ahora dice, toda ella convencida, enamorada y orgullosa: Mientras viva uno de los dos (a pesar de que ella lo hace, desde entonces, en sonora soledad, aunque siempre acompañada del incondicional amor de sus hijos y nietos), viviremos los dos…
Una verdad como un templo. Y así la veo yo, a esta mujer menuda que todavía no ha perdido su bonito y característico acento gallego, tan feliz, hablando y contando, ininterrumpidamente y en auténtico ensimismamiento, el enamoramiento permanente en el que siempre está inmersa, relatándome la figura y buena persona de su marido a través de mil y una anécdotas de su vida en común, mientras va departiendo conversación con cualquier amigo o conocido en cualquier rincón o calleja ubetense, rememorando su despiste natural, su acendrado amor a Úbeda que, aún ofreciéndole irse de ella para volar más alto en el aspecto profesional, económico y literario, no quiso ceder al placer genuino de pasear por la ciudad de sus amadas realidades y amores (y de la que fue cronista oficial), y ver cada día, sentado desde su ventana, la luminosidad cambiante de la mágica Mágina, más que redescubierta y amada por él, pero que, luego, Antonio Muñoz Molina haría universal en su haber literario.
¿Cuál habría sido su legado vital y literario, si los ubetenses y su querida familia hubiésemos tenido la suerte de disfrutarlo vivo hasta la edad en que hoy estamos celebrando su cumpleaños? Seguramente que, gracias a sus firmes convicciones y creencias religiosas, él mismo nos hubiera exhortado a ser benevolentes y doblegables con los designios de Dios. Y, entre ellos, estaba por llegar esta exposición para que nos ayudase a descubrir su rica personalidad, mientras que él goza del descanso eterno en el que tanto creyó…
Sevilla, 13 de diciembre de 2018.