“Los pinares de la sierra”, 188

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

6. Dinero y pelotas.

Una vez a solas, respiró profundamente, observó los documentos, leyó el contrato y revisó los poderes notariales. Al constatar que en el contrato solo se reflejaba el cincuenta por ciento del valor del terreno, pareció dudar por un momento, sacó un bloc de la cartera y tomó unas notas a bolígrafo. Media hora más tarde regresó Martina.

―¿Qué tal? ¿Qué le ha parecido el café?

―Muy bien, señorita; muchas gracias.

Luego hizo algo que el abogado nunca olvidaría. Le cogió la mano izquierda de forma desenfadada, la acarició con suavidad, examinó sus dedos y le susurró al oído.

―¿Sabe una cosa? Si usted fuera mi marido no le permitiría que se dejara el anillo en casa. ¿Por qué lo hace? No será un pillín. ¿Eh?

A Cubero le hubiera gustado besar aquella mano, acariciar su pelo y manosear sus pechos deliciosos; pero le faltó valor e intentó alejar de sí aquellos turbios pensamientos. Se puso a juguetear con el bolígrafo, tratando de encontrar una respuesta, pero ella volvió a mirarlo con picardía y se echó a reír.

―Espero que disculpe mi atrevimiento; era solo una broma. ¿Alguna observación acerca del expediente?

―No, señorita; aparte del precio, todo parece en orden.

A Martina no le afectó el comentario lo más mínimo. En su larga trayectoria profesional, había aprendido que, ante las dificultades, conviene actuar con la mayor cordialidad. Sabía que el dominio y el autocontrol eran básicos para transmitir confianza y penetrar en los últimos rincones del alma humana; y respondió sin alterarse lo más mínimo.

―Como usted comprenderá, lo hacemos por seguridad. Si constara en el contrato el total importe de la operación, aumentarían los impuestos, los gastos de notaría, el registro, la gestoría; y vender costaría mucho más. A nadie le gusta pagar más de lo necesario. ¿Verdad? No obstante, me han dado instrucciones para que acepte cualquier sugerencia de su parte. Es decir, que —si usted lo prefiere— podemos reflejar el precio real de la venta. Claro que, en ese caso, aflorar un dinero podría comprometer a su cliente. Recuerde que Al Capone terminó en la cárcel por un delito fiscal. Esta es una operación reservada, aunque importante, en la que participan personas de absoluta confianza, y con la que se ganará mucho dinero. Su cliente, el señor Barroso, le cayó muy bien al vicepresidente de la compañía y por eso estamos aquí.

―Pero supongo ―preguntó el abogado― que ustedes dispondrán de una selecta cartera de clientes, interesados en participar en operaciones como esta. ¿Verdad?

―Efectivamente; pero, si lo hiciéramos extensivo a los clientes importantes, correríamos el peligro de que una puja, entre ellos, disparase el precio de los terrenos y la urbanización acabaría en manos de cuatro o cinco familias. ¿Lo comprende? Eso facilitaría la especulación e impediría el desarrollo de Edén Park. Ya ve que es un asunto delicado y debemos andarnos con pies de plomo. La demanda de suelo atraviesa su mejor momento y nadie pone en duda el éxito de un proyecto tan ambicioso como el nuestro. Hoy, todo el mundo sueña con tener una casita en el campo y un huertecillo para entretener el tiempo libre, y recordar los años de la infancia. El éxito consiste en eso: una amplia base de consumo y una oferta diversificada. ¿Sabe qué me ha comentado esta mañana, el vicepresidente, cuando ha llamado desde el aeropuerto? Que necesitábamos incorporar a nuestro club alguien importante, con dinero y un par de pelotas.

roan82@gmail.com

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