Por Salvador González González.
De este aforismo pende todo el derecho penal liberal y la libertad de conciencia inviolable, incluso en el ámbito de la justicia. El Estado no puede castigar a nadie por lo que piensa, sino por lo que hace; es decir, solo son punibles las actuaciones que vulneren las leyes. De igual modo que figuras tales como el “delito imposible”, están también detrás de este aforismo; por tanto, si algo no es delictivo, aunque se hiciese, no puede el actor ser condenado. El ejemplo tantas veces puesto nos sirve. Alguien no puede ser un asesino, si dispara a una persona ya muerta, aunque él pensara que estaba viva. La realidad, desde el punto de vista penal, no es otra que no ha cometido un asesinato punible penalmente hablando.