Las islas inventadas, 05

Por Manuel Jurado López.

II

No es saludable tener apretado el nudo de la corbata.

 

DECLARACIÓN

En este asunto –un tanto delicado-

habrá que ir por partes. Bien, de acuerdo:

no soy el que esperabas. Tengo arritmia

-no mido bien los versos-, luzco ojeras

profundas en el alma, dessoneto,

no plancho mis camisas y no marco

las pausas, se me ha agudizado el asma,

herencia del tiempo de la humedad

de tus labios, de tu melena limpia.

Cuando leo el periódico, no escucho

cómo cae la lluvia, tan solemne

y amarilla, en los pétalos jacintos.

Te irritas cuando fumo y se derrama

la ceniza en el suelo y pasa el gato

que, cínico, la esparce por la sala.

Me molestan los trajes y corbatas

que me impones por dura preceptiva.

Nunca he sido elegante. Soy de barrio

y mi caligrafía es de suburbio.

Siempre llevo islas en los bolsillos,

las islas inventadas, luminosas.

No suelo colocar correctamente

un adjetivo en una frase. Sufro

fuertes pérdidas de tiempo escribiendo

tu nombre una y mil veces, por castigo

y galardón. Si he de serte sincero:

yo te esperaba impura y enigmática.

 

EL VISITANTE

Puedo andar con los pies descalzos

por la alfombra de musgo

que crece entre las piedras de los altos

peldaños del olvido.

Puedo andar desnudo, traspasar las paredes

de las habitaciones

donde otros muertos tienen ya mi rostro

demacrado y tranquilo.

Puedo tenderme otra vez sobre el lecho,

reinterpretar mi muerte,

escuchar el armonio becqueriano

y esperar a que alguien

ponga una flor o una cruz en mis dedos.

juralopez42@msn.com

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