En busca del vellocino de oro, 03

Por Salvador González González.

La merienda era otro trozo de pan y las más de las veces una pastilla de pan de higo ‑bastante duro, por cierto‑, o alternando las menos de las veces un trozo de chocolate, que algunos guardaban para el desayuno, donde antes de que aparecieran en el mercado “las nocillas untables”, ya se había inventado en los desayunos del colegio, porque se sumergía la pastilla de chocolate en el café caliente que nos daban, para reblandecerla y así untarla en el pan.

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