Por Jesús Ferrer Criado.
Bajamos del tren con nuestros bártulos, todos detrás de Pepe Fernández, que oficiaba de hermano mayor y, atravesando el edificio de la estación, nos dirigimos a la explanada que hay detrás. Enfrente, había un gran café bien iluminado y con bastantes clientes que ocupaba casi toda nuestra perspectiva y hacia allí nos dirigimos. Pepe habló con el encargado y nos permitieron dejar nuestras maletas amontonadas en un rincón de la sala.