Por José María Berzosa Sánchez.
34.12. Ironía.
Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Normalmente, con la ironía se pretende un juego más amable que agresivo: es una burla fina y disimulada, que no pretende ridiculizar a quien la sufre.
A).
«Y volviéndose al ama, le dijo:
—Bien puede la señora ama no rezar más la oración de Santa Apolonia; que yo sé que es determinación precisa de las esferas que el señor don Quijote vuelva a ejecutar sus altos y nuevos pensamientos, y yo encargaría mucho mi conciencia si no intimase y persuadiese a este caballero que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas de este jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas a la orden de la caballería andante».
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.
Cuando la ironía se utiliza para zaherir o motejar, entra en el ámbito de la sátira, que suele utilizarse para censurar o ridiculizar a personas o cosas.
B).
«a un tratado impreso que un hablador espeluznado de prosa hizo en culto [1]
Leí los rudimentos de la aurora,
los esplendores lánguidos del día,
la pira y el construye y ascendía,
y lo purpurizante de la hora;
el múrice, y el tirio, y el colora, [2]
el sol cadáver, cuya luz yacía,
y los borrones de la sombra fría,
corusca luna en ascua que el sol dora; [3]
la piel del cielo cóncavo arrollada,
el trémulo palor de enferma estrella, [4]
la fuente de cristal bien razonada.
Y todo fue un entierro de doncella,
dotrina muerta, letra no tocada,
luces y flores, grita y zacapella». [5]
Poemas escogidos: ‘Poemas amorosos’. ‘Poemas satíricos y burlescos’. Francisco de Quevedo, Madrid, Castalia, 1972.
C).
«Dejé de ver a Iglesias cuando empezó la guerra de España, pues, como muchos otros, fue a pelear bajo la bandera de la Federación Anarquista Ibérica. En 1938 se refugió en Francia, donde seguramente tuvo oportunidad de apreciar los fraternales sentimientos de los ciudadanos de ese país y las ventajas de la Vecindad y del Conocimiento sobre la Lejanía y la Ignorancia Mutua».
Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sábato, Barcelona, Seix Barral, 1991, 5.ª edición (definitiva).
D).
«—Adiós, pandilla de subnormales, que os folle vuestra putísima madre —se despidió Tedeschi, agitando bucólicamente su mano derecha, gesto que reprodujeron los turistas, agradecidos por tanta hospitalidad».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
Cuando la ironía llega a ser cruel y ofensiva para las personas o las cosas, se produce el sarcasmo, que es una burla sangrienta contra quien no puede defenderse de ella.
E).
«Había buscado en la guantera, en el suelo, en el portaequipajes, alguna cosa que perteneciera a Susana. «Como eres policía esas comprobaciones las harás mejor que otros adúlteros», le había dicho ella, con una capacidad de amargura y sarcasmo que al inspector le sorprendió y le hirió, porque no estaba acostumbrado a notarla agresiva».
Plenilunio. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1997.
F).
«Lástima que al cabo, con las llamas por las rodillas —lo quemaron piadosamente despacio, para darle tiempo al arrepentimiento— se descompusiera un poco, terminando el suplicio entre atroces alaridos. Pero, salvo San Lorenzo, que se sepa, en la parrilla nadie es perfecto».
Limpieza de sangre. Arturo Pérez—Reverte, Madrid, Alfaguara, 1997.
G).
«Recuerdo que una vez se comparó con el personaje de ese cuadro de Giorgione, ¿cómo se llama?, La tempestad, atento sólo a la niña que crecía y se iba haciendo adulta, según las directrices que él le había marcado, aunque a su alrededor el paisaje anunciase tormente. Yo entonces le escupí: «Pero la mujer de ese cuadro está amamantando a su hijo, quizá el hijo que ha concebido con la ayuda de ese hombre. A Chiara y a ti nadie os va a sobrevivir, sois estériles como mulas». —Tragó saliva, pues el despecho aún le rescaba el paladar—. Nunca me lo perdonó».
La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.
[1] espeluznado, ‘descompuesto, desordenado’.
[2] múrice, ‘color de púrpura’; tirio, en sentido figurado, ‘la doctrina’; el colora, anacoluto por los colora, nominativo plural latino, o los colores.
[3] corusca, ‘brillante, resplandeciente’.
[4] palor, ‘palidez, blancura’.
[5] zacapella, ‘riña o contienda, con ruido y bulla’.