Análisis general de textos, 19

Por José María Berzosa Sánchez.

34.8. Etopeya.

Descripción del carácter, acciones y costumbres de una persona.

A).

«Fue una comida ciertamente calamitosa. Taddeo Rosso se esforzaba por resultar ameno, un empeño estéril que Giovanna Zanon dificultaba, rectificando sus pretendidas ingeniosidades con pullas que dejaban al magnate escarmentado y a un punto de las lágrimas: intuí que su convivencia era irrespirable, pero ya se sabe que ciertas relaciones se afianzan con la escasez de oxígeno. Si algo envanecía a Taddeo Rosso y lo ayudaba a sobrellevar esas momentáneas postraciones que le infligía su esposa, era referirse al baile de máscaras que celebraría a la noche siguiente en su palacio, coincidiendo con la inauguración de los carnavales, un baile cuyos preparativos le ocupaban el resto del año y al que asistían las familias más heráldicas de los contornos, y también los magnates rivales. «Para rendirme pleitesía», añadió con una pomposidad que quedaba incongruente en un hombre que vivía de hinojos, maritalmente de hinojos».

La tempestad. Juan Manuel de Prada, Barcelona, Planeta, 1997.

34.9. Eufemismo.

Discreta manifestación de ideas cuya franca expresión sería dura o malsonante.

A).

«—¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor gobernador de mi ánima, este mal hombre me ha cogido en la mitad dese campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trapo mal lavado, y, ¡desdichada de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha, defendiéndolo de moros y cristianos de naturales y estranjeros, y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego, o como la lana entre las zarzas, para que este hombre llegase ahora con sus manos limpias a manosearme».

Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Planeta, 1962, primera edición.

B).

«Otro acontecimiento me condujo, más de tres años después, sobre la gran pista y pude, por fin, entrar en el reducto de los ciegos. De esos hombres que la sociedad denomina No Videntes: en parte por sensiblería popular; pero también, con casi seguridad, por ese temor que induce a muchas sectas religiosas a no nombrar nunca la Divinidad en forma directa».

Sobre héroes y tumbas. Ernesto Sábato, Barcelona, Seix Barral, 1991, 5.ª edición (definitiva).

C).

«Daban miedo las palabras, y para eludirlo se buscaban otras, pero enseguida el miedo volvía a inocularse en ellas, y había que abandonarlas otra vez, sustituyéndolas por otras, por palabras no usadas con las que pudieran comerciar más fácilmente la cobardía o la mentira, la coacción, el disimulo. En el norte, a las matanzas de los pistoleros personas dignas de todo respeto les llamaban lucha armada, y al terrorismo, abstractamente, violencia, y un disparo en la cabeza de alguien era una acción. De un modo parecido, su mujer no estaba internada en un manicomio, y ni siquiera en un sanatorio, sino en una residencia«.

Plenilunio. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1997.

34.10. Gradación.

Figura que consiste en juntar en el discurso palabras o frases que, con respecto a su significación, vayan como ascendiendo o descendiendo por grados, de modo que cada una de ellas exprese algo más o menos que la anterior.

A).

«¡Mandar, hija mía…! En estas materias tan delicadas los padres que tienen juicio no mandan. Insinúan, proponen, aconsejan; eso sí, todo eso sí; ¡pero mandar!».

El sí de las niñas. Leandro Fernández de Moratín, Madrid, Castalia, 1975.

B).

«Y no es ningún catedrático, ni bachiller, ni nada de eso, sino un cualquiera, como quien dice, un hombre de capa y espada, con un empleíllo infeliz en el ramo del viento, que apenas le da para comer».

El sí de las niñas. Leandro Fernández de Moratín, Madrid, Castalia, 1975.

C).

«El viento gimió fuera, se retorció, se enredaba en sí mismo, trepó, se derrumbó, serpeó, erigió altas torres vanas, expolió los retoños, ignoró el olor de las jaras y de los romeros y, olvidado de todo, balanceó la tierra».

El manuscrito carmesí. Antonio Gala, Barcelona, Planeta, 1995.

34.11. Hipérbole.

Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla.

A).

«La cocina tenía una trepidación de fábrica y una oscuridad de fragua de Vulcano en la que se fraguaba la montañosa cuantía de los alimentos consumidos a diario en el cuartel. La cocina era un reino de fogones de gas y de marmitas inmensas en las que borboteaban guisos de judías con chorizo y garbanzos con callos y mares de pochascao caliente y espeso como lava. Del camión de la panadería se derramaban a primera hora de la mañana aludes de bollos y en el almacén se erigían cordilleras de sacos de patatas, de judías y lentejas, torreones y muros de latas de piña, de leche condensada y de melocotón en almíbar. En las cámaras frigoríficas había una avenida de cuartos traseros de vacas argentinas colgadas del techo y montañas de cajas de cartón que resultaban contener millares de conejos sacrificados y congelados en la República Popular China veinte años atrás, y convertidos ahora cada noche en una cena perpetua de conejo con tomate, de conejo reseco con sabor a momia china«.

Ardor guerrero. Antonio Muñoz Molina, Madrid, Alfaguara, 1995, octava edición.

B).

«Me duelen los huesos del tedio, Elizabeth».

Cambio de piel. Carlos Fuentes, Madrid, Alfaguara, 1994.

berzosa43@gmail.com

Deja una respuesta