Por Fernando Sánchez Resa.
Aprovechando el puente de Andalucía, he marchado al Palacio de Congresos de Sevilla para visitar Biocultura: Feria de productos ecológicos y consumo responsable, siendo consciente de este importante tema que hasta los grandes almacenes ya van descubriendo lentamente y en el que Europa nos lleva bastante ventaja.
Llevo tiempo comprendiendo que la ecología (sin extremismos), particularmente en el tema de la alimentación, es el futuro más seguro y prometedor de nuestra desquiciada sociedad, en la que todo vale mientras sea negocio o haya ganancias para algunos, palpando que muchas enfermedades las padece el ser humano por lo que come y la actividad o tipo de vida que desarrolla. Hipócrates ya nos lo advirtió con su famosa frase, de plena actualidad: Que tu medicina sea tu alimento, y tu alimento sea tu medicina.
Durante los días 26, 27 y 28 de febrero, me he empapado del eslogan marcado por los organizadores: No somos una utopía, somos una realidad; aunque siempre voy por la vida prevenido y alerta para detectar aquellos detalles que no me agradan.
Entré en el amplio recinto, quedando gratamente sorprendido por su buena organización y ubicación. Allí he estado varias veces, recorriendo los muchos stands que hay repartidos en su poblado comercial, con sus múltiples calles paralelas y transversales, simétricamente colocadas. Ha sido una gozada probar nuevos alimentos “bio”; comprar algún textil orgánico; oír charlas con todo tipo de terapias; revisar productos de cosmética natural, de construcción, de turismo responsable e incluso de artesanías que hacen un guiño sincero a otras formas de crear, menos agresivas con el medio ambiente y más acorde con un tipo global de vida más sano. De los varios conciertos celebrados, no he podido asistir a ninguno, pues a todo no se puede acudir. No se me ha escapado que, también en este maremágnum de tiendas, productos y actividades, se cuelan temas, productos o técnicas que no son todo lo éticas y ecológicas que debieran ser. Siempre hay que estar prevenido contra el marketing comercial, porque muchas veces, lo que pretende es enganchar al consumidor, al igual que lo hace el producto del mercado tradicional. Por eso, en todos los campos de la vida, es conveniente ser crítico y responsable; y no dejarse arrastrar por lo último.
De todas formas, han sido unas jornadas intensas en las que he acabado cansado y satisfecho. Por eso, ahora pretendo hacer una crítica constructiva, añadiendo algunas sugerencias.
He comprobado que han faltado más áreas de descanso, ya que la mayoría del personal asistente prefería quedarse allí las horas centrales del día, tomando el almuerzo con los productos alimenticios que se expendían, por lo que se formaban unas colas impresionantes a la hora punta. También he descubierto la inutilidad de incluir (tanto en los rótulos de los stands como en los anuncios de actividades) demasiadas palabras en inglés, con el falso prurito de ser más guay o moderno. A mí me parece insoportable que se le haga tanto daño a nuestra lengua materna con el beneplácito y la servil imitación de tanta gente…
He echado en falta mayor cantidad de productores locales, pues bastantes productos venían de tierras lejanas, contraviniendo uno de los principios sagrados del ecologismo: reducir la contaminación en el transporte de mercancías desde áreas alejadas al consumidor, siendo idóneo que el producto sea lo menos envasado o procesado posible. También entiendo que cualquier productor local no se puede permitir el lujo de pagar una sustanciosa cantidad de euros para alquilar un stand…
El paradigma del consumo en esta feria, especialmente a la hora del almuerzo, ha sido mimetizado del tradicional: comida rápida (cuando ahora nos están redescubriendo las ventajas de la comida lenta…); demasiado producto envasado y/o seudoprocesado que, aunque posea ingredientes ecológicos, es servido al estilo “comida basura” (perritos calientes, hamburguesas…).
A pesar de todo ello, creo que ha merecido la pena asistir a este importante evento que marca un nuevo hito en el ascendente desarrollo de la revolución ecológica alimentaria…
Sevilla, 28 de febrero de 2016.