Por Dionisio Rodríguez Mejías.
2.- Dolorosa obsesión.
Colgué el teléfono muy preocupado. Aquel cabronazo era capaz de cualquier cosa, antes de dejarnos el campo libre. En la vida real, las cosas son muy diferentes a como ocurren en el cine. No obstante, me preocupaba más aún no haberme ganado la confianza de Olga; tenía la impresión de que no terminaba de entregarse a mí, de que no le transmitía tanta seguridad como Santamaría. Me hablaba como a un niño pequeño, y me trataba como si tuviera pena de mí. Solo me consolaba pensar que aún éramos muy jóvenes, que nos quedaba mucho tiempo para vivir, y que la verdad acaba por imponerse a la mentira. Era consciente de los riesgos que asumía, pero estaba obsesionado como un adolescente.